Picogordo Común

Coccothraustes coccothraustes

Ningún otro pequeño pájaro de la avifauna europea tiene una estructura tan compacta y robusta como el Picogordo Común, Coccothraustes coccothraustes. A ello contribuyen la cabeza muy grande, el fuerte y cónico pico y la cola corta. El cuello es extraordinariamente grueso y le da al volar una extraña apariencia como si el pájaro dispusiera de unas alas desproporcionadamente cortas para un cuerpo tan grueso y una cabeza tan voluminosa. El color general del plumaje es el pardo anaranjado con alas negruzcas y reflejos verdosos, morados o azulados. Las plumas cobertoras forman una franja alar blanca ancha y muy visible. El macho adulto tiene la cabeza castaña o pardo rojiza, que llega hasta la parte superior de la nuca, que es gris en el resto. La frente es más pálida. La espalda es marrón y las partes inferiores pardo-rosadas, llegando a blancas en las plumas infracobertoras de la cola. El mentón y la parte superior de la garganta son negros, formando como un pequeño babero muy visible. Este color se extiende desde la base del pico hasta detrás de los ojos. Las rectrices centrales de la cola de color castaño y negro tienen el extremo blanco formando una notoria franja terminal. Las primarias tercera a quinta forman alineación en el extremo; de la sexta a la novena su extremo final negro tiene una muesca en la parte interior y una punta exterior saliente, dibujo que les da una extraña apariencia cuando se puede observar el pájaro de cerca o en la mano. El pico es la característica más acusada y visible por su gran tamaño, forma muy cónica y color. En la primavera los machos lo tienen azul metálico como pavonado, muy brillante y con el extremo negruzco y la base de la mandíbula inferior amarilla. A partir del otoño se vuelve amarillento y este color persiste hasta los últimos días de febrero o primeros de marzo. La intensidad del azul es variable individualmente y con el mes. En marzo comienza a cubrirse el amarillo con manchas azules y tres semanas después la coloración se ha completado. Las hembras tienen más reducida la superficie azulada del pico, que no suele sobrepasar mucho la mitad basal de la mandíbula superior y los laterales. En ellas es también acusadamente más pálido y grisáceo todo el plumaje, sobre todo en la cara y partes inferiores. También la mancha negra de delante y alrededor de los ojos queda muy pequeña y no sube por el borde superior del pico como en los machos.

Los jóvenes picogordos carecen del babero negro en el mentón y parte superior de la garganta y son muy amarillentos en la cabeza, garganta y pecho, excepto en la parte central e inferior de éste, que son blancos. Sobre él se descubren estrechas bandas negras que son más intensas y onduladas en los flancos. Los jóvenes machos pueden ser distinguidos relativamente bien de las hembras jóvenes por el color negro que se define alrededor del pico y por tener las partes inferiores más oscuras. Los tarsos y los pies son pardos en invierno y color rosado o coral en primavera. Donde hay variación, subjetiva, es en el color de los ojos. Mountfort (1957) señala que su color es blanco inmediatamente después de muertos. El mismo ornitólogo los define como rosa ámbar cuando se examinan a la luz del sol, pero cuando el Picogordo Común se excita, como cuando se le maneja para anillarlo, sus ojos se vuelven de un intenso color chocolate rojizo.

El Picogordo Común es un poderoso pájaro que, en función de una alimentación basado en semillas duras, ha desarrollado una extraordinaria musculatura en el cráneo para el movimiento de las mandíbulas. Dos unidades de músculos actúan a la vez: una desde encima y detrás del cráneo y la otra alrededor de la región orbital. Esta gran masa muscular es la que ocasiona el considerable tamaño de la cabeza del pájaro. Los huesos de las cerezas y aceitunas son partidos con relativa facilidad. La rotura de aquellos, aun haciéndolo por la sutura de las dos cáscaras, supone la aplicación de un esfuerzo equivalente a una carga de 30-47,5 Kg. Los huesos de las aceitunas necesitan un esfuerzo mucho mayor. En las pruebas realizadas, no menos de 53-80 kg. de carga serían necesarios. Estas sorprendentes cifras deberían ser consideradas en relación con peso del pájaro vivo, que da un promedio de 55 gr (Mountfort, 1957).

El hábitat típico en primavera de Picogordo Común está formado por bosques de especies caducifolias, grandes jardines y parques y, localmente, en bosques de coníferas. Sin embargo, debe admitirse que este pájaro puede ser encontrado en los lugares más inesperados a condición de que no esté lejos algún pequeño curso de agua o una charca, sobre todo, zonas de arbustos y matorrales bien crecidos, huertos de frutales, sotobosques, árboles aislados en pleno campo, etc. Ocupa, asimismo, variados niveles que van desde la línea costera hasta altitudes que rayan en el límite de la vegetación arbórea.

Normalmente vive en parejas durante la primavera y a partir de julio se le ve en pequeños bandos que casi siempre son grupos familiares formados por no más de cinco-nueve pájaros. En el otoño se pueden congregar muchos, en especial en zonas de abundante alimentación y, donde son comunes, a menudo pueden reunirse de 15 a 30 picogordos. Bandos mayores son raros y los que se han citado de 200-400 pájaros, verdaderamente ocasionales, por lo menos en Iberia y en Europa occidental. En el suelo come agachado con las cortas patas flexionadas, pero camina y salta con agilidad a pesar de su aspecto pesado. Si se alarma, se mantiene erguido en una curiosa posición y puede erizar la parte posterior del píleo que se corresponde con la porción castaña más oscura. Es tímido, y en cuanto presiente peligro vuela a esconderse con inusitada rapidez. Se le ha comparado con un cohete, y en verdad que los grupos asustados volando desde el suelo salen a una velocidad increíble hasta ocultarse entre el follaje próximo. En vuelo corto su trayectoria es recta, pero en mayores distancias se aprecia bien una continua y marcada ondulación. Habitualmente, para trasladarse de un árbol o de un bosque a otro relativamente alejados, vuela por encima de la campiña a alturas no inferiores a 50-100 metros y muy a menudo más alto de 200 metros. Al hacerlo así, solitario o formando un pequeño grupo, su silueta es inconfundible y lo mismo la nota usual, un abrupto y breve, pero penetrante ¡¡tsik!! o ¡¡tsik-tsik!! Se posa casi siempre en las ramas altas de los árboles, sobre todo durante la época de la reproducción, y estudiar sus costumbres y descubrir a las parejas que posiblemente aniden es realmente difícil. Solamente cuando baja al suelo para comer semillas o al ver éstas destrozadas entre la hierba o al pie de un árbol, y la cercanía de agua que el pájaro necesita imperiosamente, nos lo pueden descubrir. Es agresivo en grado sumo hacia otros de su misma especie y también a los demás pájaros que acuden a la comida o a beber junto a él, aunque se trate de especies de mucho mayor tamaño. Sin embargo, al cogerlos en la mano no atacan como lo haría, por ejemplo, un Carbonero Común, Parus major, pero su picotazo es doloroso.

Ya se ha dicho cuán hábil es el Picogordo Común para romper las fuertes cáscaras de muchos frutos y semillas. El interior del pico está provisto de unas estrías donde quedan bien sujetas las semillas o los huesos de frutos mientras el pájaro realiza el esfuerzo de partirlos. Durante la primavera y parte del verano normalmente comen en las ramas altas de los árboles y en el otoño e invierno bajan a menudo al suelo para recoger las frutas caídas bajo los árboles. Rara vez se alejan de éstos a no ser para beber. Si se les asusta, vuelan inmediatamente hasta la copa de los árboles más próximos, y no se alejan de la zona, pero tardan mucho en volver al suelo, haciéndolo con grandes precauciones. Si se trata de un bando, cada pájaro va bajando con lentitud por las ramas mirando atentamente a un lado y a otro. Nunca bajan todos a la vez. Tienen gran querencia a cualquier lugar donde la alimentación sea abundante, y un bando o grupo familiar no abandonará el lugar hasta no dejarlo agotado. La variedad de semillas comidas en todo tiempo es grande. Sin embargo, sienten preferencia por los grandes frutos de especies forestales como el Olmo, Ulmus, Carpe, Carpinus, Arce, Acer, Haya, Fagus, comiéndolos desde que comienzan a formarse en el verano y mientras duran hasta el comienzo del invierno. En el otoño e invierno los picogordos buscan en los matorrales y arbustos los frutos de la Rosa silvestre, Rosa, Majuelo, Crataegus y otros y, por último, a finales del invierno comen los brotes tiernos del Roble, Quercus, y los retoños del Tejo, Taxus, despreciando las puntas. En la primavera comen una buena cantidad de orugas que encuentran en las hojas de los árboles, tales como Operophthera brumata y Tortrix viridana, lo mismo que grandes escarabajos, como el Ciervo Volante, Lucanus cervus, y el Escarabajo de San Juan, Melolontha. Muchas veces los captura al vuelo, pero otras cuando se posan en las hojas. En plantaciones de cerezos los picogordos acuden durante el invierno y se posan bajo los árboles recogiendo y comiendo allí mismo las semillas. No todos los huesos de cerezas pueden ser abiertos. El que se resiste a ello es abandonado inmediatamente y recogido uno nuevo del suelo. También pueden acudir a zonas donde se ha realizado alguna plantación de legumbres. Mountfort recoge la observación de González Díez del gran destrozo que ocasionan en las plantaciones de garbanzos. También Tait (1924) en Portugal señala sus ataques a los semilleros de nabos. En la Península Ibérica, sin embargo, no es mucho problema este pájaro, porque los grandes bandos son raros y la mayoría se concentran en hayedos o en los olivares, donde sus daños son insignificantes comparándolos con los producidos por otros pájaros. Los bosques de coníferas también les atraen. Chapman (1910) los observa en actitudes acrobáticas en los alerces, Larix, comiendo las piñas maduras. Tait (1924) dice que eran conocidos en Portugal por comer las duras semillas de Pinus pinea.

El canto del Picogordo Común es corto y desprovisto de notas líquidas y musicales y sonando un tanto gutural. Tucker y Nicholson lo interpretan como ¡¡Tchi-tchi... ter-ui-ui!! Hay, no obstante, variaciones y muchos incluyen notas más musicales que recuerdan las que emite en vuelo. También, mientras se mueve por entre las ramas de los árboles, lanza un corto y suave ¡¡sib!!, que quiere recordar algo la misma nota del Camachuelo Común, pero no tan repetida y apresurada. Al volar en distancias apreciables entre dos árboles lo hace onduladamente y un ¡¡tsik!! es oído en cada ascenso. Si está alarmado emite un ansioso y sibilante ¡¡kíu!! Al cogerlo en la mano a menudo abre el pico y lanza un gutural y penetrante ¡¡srriiit!! Desde febrero, si el tiempo es cálido y soleado, se puede escuchar el canto del Picogordo Común. En los primeros días de junio son pocos los que cantan y después del día 20 es raro que lo haga alguno. Cantos esporádicos se oyen fuera de época. Mountfort observó machos en pleno canto tan pronto como el 16 de enero y tan tarde como un 20 de julio y un 16 de septiembre. Realmente este pájaro canta poco y no es fácil poder escucharlo a menos que sea abundante o que se consiga mantener bajo observación una pareja establecida desde el mes de marzo. El buen tiempo tiene una gran influencia en la conducta de Picogordo Común, que es cuando más visible se hace. Con lluvia, tiempo nuboso o frío se le ve muy pocas veces. Las hembras también cantan, pero más débilmente. Varios machos juntos en el invierno pueden cantar a dúo muy débilmente y este hecho no es infrecuente en el norte de Iberia en huertos de frutales, sobre todo en enero. No se dispone de mucho espacio aquí para resumir las teorías desarrolladas sobre la audición de un extraño silbido producido por este pájaro al volar. Para algunos observadores (Pounds, 1972) la especial forma de las plumas primarias y secundarias puede ser determinante del fuerte silbido que recuerda al producido por un cohete en miniatura que pasara sobre nuestra cabeza. Sin embargo, Mountfort (1972) comenta esta sugerencia y en su opinión el sonido es producido por el rapidísimo batir de las alas con el que el Picogordo Común compensa la desproporción existente entre la superficie alar y el peso, comparándolo, por ejemplo, con el Pinzón Vulgar, Fringilla coelebs. Para él, Coccothraustes necesitaría un 40 por 100 más de superficie en las alas o perder un 40 por 100 de su peso. El equilibrio al volar debe guardarse con el rápido batir de alas, puesto que la gran cabeza y cuello son realmente desproporcionados al resto. Este sonido sería parecido al que producen algunos pájaros tropicales (Trochilidae), que con relativamente pequeñas alas las baten a un promedio de 80 veces por segundo.

El cortejo nupcial ha sido magistralmente descrito por Mountfort. Al principio de la primavera los machos, con el plumaje de la cabeza, cuello y pecho bien esponjado, se acercan con precauciones y zigzagueando al lugar donde indiferente se encuentra la hembra. Esta los recibe a menudo en actitud hostil, pero la insistencia de aquellos pronto la vence. En una segunda etapa, y con el cuerpo muy derecho, bajan las alas hasta tocar con sus extremos el suelo en una forma que recuerda a un pingüino, manteniendo a la vez la cola desplegada. Ya empieza la hembra a interesarse y se agacha teniendo las plumas muy lisas y pegadas al cuerpo. Inesperadamente salta hacia un lado o vuela y es seguida por el macho, quien realiza una profunda reverencia, mostrando el parche gris de la nuca al llevar prácticamente su pico hasta los tarsos o el vientre. Inmediatamente el macho, con las alas desplegadas, camina hacia la hembra y ésta extiende el pico hasta que aquél, en una misma postura, llega casi a tocarlo, cerrando el cortejo con esta ceremonia que los ornitólogos denominan «el beso». Los machos visitan el territorio elegido varias semanas antes de iniciarse la construcción del nido. A menudo el Picogordo Común cría en pequeñas colonias y consecuentemente el territorio que cada pareja defiende es muy pequeño. Otras, una sola pareja ocupa un bosque entero. Una vez que el macho con su canto ha sido capaz de atraer a una hembra, se producen los cortejos que someramente se ha descrito. Es corriente que el macho alimente a la hembra trayéndole comida y dándosela en el pico. Entonces ésta, en una acción común con otros fringílidos, gira o se mueve de derecha a izquierda. Cada macho elige el lugar donde se ha de emplazar el nido y empieza construyendo los cimientos del mismo. Lo hace a una altura muy variable, pero casi siempre por encima de los tres metros. La nidificación comienza a finales de abril o en la primera decena de mayo. La mayor parte de los nidos están en árboles grandes y en viejos frutales, pero también en arbustos frondosos. El nido, que es completado por la hembra, está formado por raicillas, delgados tallos y líquenes y el interior forrado con raicillas muy finas y pelos o crines. Generalmente cada puesta está formada por cinco huevos, pero las hay de cuatro, seis y siete. De dos y tres son muy raras. Tienen color gris azulado o verdoso pálido, aunque existe mucha variación y los hay de color gris, beige claro con manchas grisáceas, garabatos, rayas y punteado fino pardo negruzco. Muchos tienen dibujos oscuros, gotas y flecos muy finos e incluso gruesos trazos de color sangre negruzca. Un huevo atípico no infrecuente puede ser uniformemente azul pálido con muy ligero punteado y sin dibujos. Para 100 huevos de origen británico, Joudain obtuvo un promedio de medidas de 24,2 x 17,4 mm., con un máximo de 27,6 x 17,1 mm. y un mínimo de 19,8 x 15,7 mm. La mayoría de las puestas no están completas hasta mayo y muy a menudo hay nidos todavía en construcción después del 15 de este mes. Una sola puesta es normal, pero posiblemente en zonas favorables muchas parejas efectúan dos. La incubación, sólo por la hembra, que es alimentada en el nido por el macho, dura nueve-once días (nueve días y medio, Hosking; nueve-catorce días, Harrison; once-trece, Newton; once, Mountfort). Los pollos al nacer poseen plumón blanco, largo y abundante y el interior de la boca tiene en la parte delantera del paladar un color rojo púrpura y el resto, incluida la lengua, es rosa. No hay puntos oscuros en ésta, pero sí unos salientes blancuzcos; las comisuras son amarillas. Son alimentados por ambos adultos con insectos y orugas. Estas en gran cantidad, pues no es raro que en cada picada aporten más de una docena. A los diez-doce días dejan el nido y son atendidos fuera de él por lo menos durante otros quince días. Newton (1972) da un período medio de estancia en el nido de trece-catorce días. Los nidos se mantienen limpios por la retirada continua de los sacos fecales por los adultos.

El Picogordo Común extiende su área de reproducción por casi toda Europa continental e islas del Mediterráneo. Falta en Islandia, Irlanda, y en Escandinavia es local en el sur de Suecia, no criando en Noruega y Finlandia. En las Islas Británicas no es escaso, pero sí local en la mayoría de los condados. En toda Europa se muestra como un pájaro poco abundante o quizá sea mejor decir que se ve poco y esto puede falsear relativamente la estimación de su densidad. En la Península Ibérica ocupa una reducida extensión en la mitad Oeste, que alcanza localmente a Andalucía y a Galicia. Muy posiblemente algunas parejas aniden en el norte de la provincia de León, donde se ven en plena primavera, pero no hay evidencia de que críe. En el País Vasco sucede lo mismo.  Sospeché hace años (Noval, 1967) su nidificación allí, pero no se ha encontrado nido alguno desde entonces. En Asturias se ve numeroso por todas partes en enero, febrero y marzo. Observaciones ocasionales en hayedos en abril se producen casi todos los años. ¿Se trata de migrantes retrasados? En Portugal no parece ser raro, sobre todo en la mitad meridional. No obstante, las observaciones primaverales son escasas. En el resto de la Península se muestra como muy local y, aunque poco estudiado todavía su status, parece que la población nativa oscila mucho de unos años a otros. En toda su área europea se muestra como migrador parcial. Muchos permanecen, si la alimentación es abundante, en sus zonas de cría, pero otros emigran hacia el Sur y Sudoeste. En el País Vasco su paso es numeroso y notorio en septiembre y octubre. En primavera se ve menos, pero no existe duda de que la gran cantidad de picogordos que se observan por toda la zona cantábrica desde finales de febrero son los componentes de un flujo migratorio hacia los demás países europeos. En el invierno se muestra errático y formando pequeños grupos o bandos, rara vez numerosos, recorre la campiña procurando no alejarse mucho de zonas arboladas. Refiriéndose a España, Mountfort (1957) daba la siguiente distribución o status para esta especie: «Residente en pequeño número en las provincias de Santander y el País Vasco y algunas veces localmente numeroso. Cría alrededor de Salamanca, Valladolid, Madrid y en los valles fluviales de los ríos que tributan al Tajo. Residente bastante común al sur de Sierra Morena, particularmente en Granada, siendo estos picogordos muy semejantes a la raza típica del norte de Africa. Hay registros escasos de cría en el interior de las provincias de Murcia y Valencia. Un número reducido permanece en las provincias del Norte y Centro durante el invierno, pero la mayoría emigran hacia el Sur, donde los bandos son algunas veces numerosos. Las principales áreas de invernada son los encinares y alcornocales o los bosques mixtos y huertos que flanquean el curso del Guadalquivir desde Córdoba a Jerez de la Frontera, el Coto Doñana y alrededores de Málaga. Es claro el paso a través del Estrecho de Gibraltar.»

En la actualidad ha disminuido bastante como nidificante, pero es numeroso en invierno, aunque las observaciones no son regulares y sí más bien ocasionales o escasas. La costumbre de volar alto, y sobre todo su timidez, no permiten establecer un status exacto. En Baleares se presenta en el invierno y las capturas y observaciones son esporádicas. Por el Estrecho, Thiollay y Perthuis lo observaron escaso volando hacia Marruecos. En veinte días de octubre solamente 84 individuos. Es muy posible que exista un paso de picogordos europeos más a Oriente. Varios han sido recuperados en Argelia con anillas alemanas y de Suiza.

De acuerdo con Vaurie, la subespecie típica de Europa es la denominada coccothraustes, que en el sur de Iberia puede gradualmente pasar a la raza buvryi, del noroeste de Africa, más pálida en ambos sexos, con el obispillo gris puro sin tinte amarillo o beige y medidas alares inferiores: 94-103 mm. (98,5) en 20 machos medidos frente a 100-110 mm. (104) en 15 machos del sur de Europa. Existe todavía mucho campo de trabajo en la determinación del status de esta especie en España y Portugal, sobre todo en la mitad norte peninsular, donde posiblemente críen más parejas de lo que las observaciones realizadas hasta ahora harían suponer.