Lagópodo Alpino

Lagopus muta

Una especie escasa en Iberia y difícil de observar es el Lagópodo Alpino (Perdiz Nival) Lagopus muta. Pero los cambios en la coloración del plumaje según las estaciones del año la hacen muy interesante. Las alas y el vientre siempre son blancos, tanto en los machos como en las hembras. En plumaje nupcial los machos tienen las partes superiores de color pardo grisáceo muy moteado y rayado de negruzco y pardo más claro con numerosas rayas blancas en muchas plumas; la garganta es blanca. En el otoño el plumaje del dorso se aclara y también el de los flancos y el pecho, siendo entonces gris rayado muy finamente de negro. Durante el invierno el plumaje es totalmente blanco, excepto las rectrices de la cola que son negras, y una mancha negra que nace en la base del pico y atraviesa los ojos.

Las hembras en primavera son pardo amarillentas muy rayadas de negro en la espalda, costados y pecho. En el otoño son más pardas que los machos y en toda tiempo tienen como aquellos las rectrices de la cola negras, pero carecen de la mancha negra a través de los ojos. La carúncula o carnosidad roja que estos pájaros tienen sobre los ojos es de mayor tamaño en los machos que en las hembras y ambos sexos tienen las patas fuertes y emplumadas.

Los lagópodos alpinos jóvenes no se diferencian de los adultos en plumaje de primavera más que en tener las primarias negruzcas.

Durante una gran parte del año los lagópodos muestran una mezcla de colores, siendo las variaciones muy grandes y es difícil poder observar a uno de estos pájaros con el patrón completo de plumaje tal como se ha descrito. Más frecuentemente tienen manchas o parches oscuros en el cuello y la espalda que destacan mucho sobre el color blanco general.

Atendiendo a la diferente tonalidad que se observa en las poblaciones europeas de Lagopus muta, Vaurie, (1965), distingue varias razas o subespecies dentro de los límites de Europa Occidental y del grupo mutus. Para altas cotas de los Pirineos asimila a Lagopus muta pyrenaicus los machos de lagópodos cuyo plumaje primaveral está más densamente rayado en el dorso de pardo y son ligeramente más pálidos que la raza tipo y la helveticus de los Alpes. Las hembras poseen diferencias menos acusadas y son algo más oscuras por encima que las de helveticus, pero separarlas en el campo es prácticamente imposible e inútil, puesto que cada población vive aislada en su núcleo y es netamente sedentaria.

El Lagópodo Alpino es un pájaro poco activo, que, sin embargo, posee un vuelo potente y poderoso que le permite desplazarse con rapidez y efectuar en el aire giros repentinos, ascensos y descensos y sobre todo esquivar las rocas y los salientes de la montaña y huir de sus enemigos que son muchos. Los machos suelen posarse al descubierto sobre rocas o elevaciones del terreno y se mantienen siempre más erguidos que las hembras. En general pasan mucho tiempo agachadas en el suelo con la espalda abombada y muy a menudo dándose la espalda unas a otras formando un curioso grupo. Caminan con facilidad, con la espalda curvada, a veces encogidas, la cola, que es redondeada, tocando el suelo y tambaleantes como si fueran patizambas. En el invierno es difícil poder distinguirlas por el mimetismo que su plumaje presenta frente a la nieve, pero en primavera antes de comenzar la reproducción, son mansas y permiten la aproximación a pocos metros antes de volar, acción a la que parece resistirse bastante.

Pensando en los crudos inviernos y en la grán catidad de nieve que se acumula en el hábitat de estos pájaros, normalmente montañas de altitud superior a los 2.000 metros, maravilla ver cómo resisten cualquier ventisca por fuerte que sea. En esta época su posadero favorito es un agujero en la nieve y si por el excesivo frío han descendido de nivel, buscando vaguadas de arroyos de montaña y la oscuridad las sorprende lejos de superficie nevada, buscan el parche más próximo de nieve y allí excavan los agujeros que les permitan huir del frío intenso de una noche despejada. Aun en pleno verano buscan estos manchones de nieve (Watson, 1972). Los agujeros no son normalmente muy profundos y rara vez exceden de 20 cm. Pero muy a menudo están situados al abrigo de una piedra o una roca, procurando hacerlo al lado contrario de donde proviene el viento en previsión de  que la ventisca lo cubra. También evitan zonas próximas a riscos o neveros que puedan producir desprendimientos repentinos de nieve o aludes. Los lagópodos tienen para ello un sexto sentido y continuamente permanecen alejadas de estos lugares. Lo mismo sucede con la colocación de los agujeros, desde ellos se domina una amplia extensión y es difícil que sean sorprendidas por algún depredador que tenga que acercarse caminando por la nieve. Los lagópodos que están ya emparejados hacen los agujeros muy juntos, mientras que el resto del bando los excava separados unos de otros. Está comprobado que en estos agujeros, además de obtener una defensa contra la ventisca, la temperatura es siempre superior en por lo menos 2-3 grados a la del exterior.

Tanto los machos como las hembras emiten frecuentes sonidos que aunque no son precisamente muy musicales, sí resultan variados y adecuados a cada situación. Los machos poseen una voz con tono más bajo, más ronco y las hembras un tono más alto y realmente a veces son parecidos al maullido de un gato. Los machos cantan en vuelo, batiendo ligeramente las alas y planeando por cortos espacios con la cola bien desplegada, para aterrizar con cierta violencia de forma que dejan sobre la nieve bien marcadas las huellas de la cabeza, alas, pecho y las patas. Al descender se les oye un áspero y enfático ¡¡aak-aká-ke-ke....!! Después de posarse en el suelo se yerguen, erizan ligeramente las plumas del píleo y llaman ¡¡kue-kue-kue!! Watson (1972) y Glutz von Blotzheim describen otros sonidos para ambos sexos con interpretaciones subjetivas difíciles de escribir.

La alimentación del Lagópodo Alpino es casi enteramente vegetal. Durante el verano no tiene problema alguno para atender a su subsistencia porque las plantas y frutos de las montañas son numerosos. En el invierno, sin embargo, se ve obligada a escarbar en la nieve para alcanzar hierbas y plantas o a descender de nivel a zonas despejadas. Esto también lo hace durante la primavera. Los brotes y las hojas y frutos del Arándano Vaccinium myrtillus y Vaccinium vitis-idaea, Brezo Común Calluna vulgaris, Sauce Enano Salix herbacea, Galio Galium saxatile, etc. y muchos otros pequeños frutos y semillas son buscadas con fruición. Ocasionalmente come insectos, Hymenoptera, Diptera (Tipula en gran cantidad) (Jourdain, 1940).

El celo de los machos del Lagópodo Alpino comienza pronto en los meses centrales del invierno. El primer rasgo que llama la atención del observador es el notable agrandamiento que experimenta la piel rojiza. que está situada sobre cada ojo. Esta carúncula muy venosa es eréctil y mide de longitud 2-21/2 cm. y 1 cm. de altura cuando está totalmente desarrollada en primavera y en las hembras tiene aproximadamente las dos terceras partes de aquellas medidas. Cuando el pájaro está con pleno celo las carúnculas llegan a sobresalir por encima del pileo y parece como si el lagópodo tuviera dos pequeños cuernos rojos.

El cortejo nupcial incluye el despliegue de la cola en abanico, mostrando las rectrices negras bien abiertas junto con las alas entreabiertas y caídas hasta rozar el suelo, avanzando y levantando la cola de forma que la parte inferior blanca también es desplegada frente a la hembra. A continuación el macho «baila» alrededor de la hembra manteniendo una distancia de medio metro, pero procurando a veces tocarla con una de las alas y girando a su alrededor. Esta ceremonia deja una curiosa huella sobre la blanda nieve y no necesariamente puede ser observada en época de reproducción, sino antes e incluso cuando las hembras atienden a los pollos.

A partir de la última semana de abril las hembras excavan un pequeño hoyo en el suelo pedregoso, bien limpio de vegetación o en lugar con hierba muy corta y con frecuencia al abrigo de una roca. Cuando comienza la puesta de los huevos suele añadir pequeñas hierbas y tallos secos, pero el nido es realmente muy rudimentario. La puesta oscila entre 5 y 9 huevos, a veces menos y muy ocasionalmente se ven puestas de 12 e incluso de 16 y 17 y que sin duda son debidas a dos hembras poniendo en el mismo nido (Jourdain). Tienen la cáscara de color blanco amarillento muy pálido manchados profusamente de marrón o más bien chocolate. Jourdain da para 100 huevos medidos en Gran Bretaña (subespecie millaisi) un promedio de medidas de 43,59 x 31,02 mm. con un máximo de 49,5 x 29,6 mm. y un mínimo de 39,5 x 29,7 mm. Aunque el temprano celo de los lagópodos parece indicar otra cosa, en realidad la mayoría de las puestas están sólo completas después del 15 de mayo y más tarde según las zonas. Solamente la hembra incuba, pero el macho resulta muy fiel y se aparta poco del lugar, permaneciendo sentado en una roca próxima y muy vigilante, observando atentamente a su mayor enemigo el Aguila Real Aquila chrysaetos, que si se acerca mucho ambos, macho y hembra vuelan lejos del nido con el fin de distraer su atención y permanecen ocultos normalmente 15 minutos. La incubación comienza casi siempre cuando está la puesta completa y dura 22-26 días. Los primeros días los pollos, que son nidífugos, están cubiertos con plumón amarillento con el píleo achocolatado oscuro y el dorso rayado del mismo color. Pronto aletean y efectúan cortos vuelos ladera abajo, pasando de ser cebados con insectos a seguir a los padres que los conducen hacia lugares donde abundan brotes y frutos de plantas silvestres. Desde los 10 días en que ya aletean mucho se desarrollan con rapidez, aprendiendo la técnica del camuflaje aplastándose contra el suelo entre piedras y líquenes de alta montaña de forma que resulta difícil descubrirlos.

Fundamentalmente Lagopus muta es especie circumpolar que se reproduce en Islandia, Escocia, Noruega, norte de Suecia y Finlandia y localmente en los Pirineos y los Alpes, extendiéndose también por Siberia hasta Mongolia y Japón.

En la Península Ibérica es muy escaso y ocupa zonas determinadas de los Pirineos navarros, aragoneses y catalanes. Jesús Elósegui dice que en Navarra nunca es abundante pero sí regular en el alto Pirineo cerca de la Mesa de los Tres Reyes y en otros lugares a más de 2.000 metros de altitud y en zonas rocosas. Purroy (1974) observó en aquel lugar a 2.434 metros en la vertiente hacia Budoguía un número máximo de 7 lagópodos . También hay algunas en la gran pedriza situada a mitad de camino entre los picos de Soumcouy (2.302 m.) y Anie (2.504 m.), ya en terreno francés, pero en la misma raya fronteriza. Las referencias del Pirineo aragonés es que existe un mayor número y también en el Pirineo catalán, donde es observado regularmente en los montes del Alto Ter (Setcases, Camprodón), valles de Aneto y Boí, etc.

Los lugares donde vive son en realidad su mejor defensa, su mansedumbre en determinadas épocas del año y el acercarse a zonas habitadas en inviernos prolongados y duros, puede acarrearle graves peligros.