Pardela Pichoneta y Balear

Puffinus puffinus y Pufifinus mauretanicus

La Pardela Pichoneta Puffinus puffinus, y la hasta hace poco tiempo considerada subespecie Pufifinus mauretanicus, Pardela Balear que es la que se reproduce en las islas Baleares, es un pájaro cuyo plumaje ofrece un buen contraste al observador, que puede identificarlo inmediatamente. Pero dentro de esta especie, la Pardela Pichoneta Puffinus puffinus que habita en el Norte de Europa, tiene un plumaje muy diferente de la mauretanicus. Aquélla es casi negra por encima y blanca por debajo, ofreciendo alternativamente los colores oscuros del dorso y el blanco puro de sus partes inferiores cuando vuela en bandos rozando las crestas de las olas. La Puffinus mauretanicus de las Baleares, tiene el plumaje del dorso más amarronado y el blanco de debajo está como manchado de marrón claro, dando, por lo tanto, mucho menos contraste que las pardelas del Norte de Europa. Aunque la potencia de vuelo de las pardelas es inferior al de otras aves marinas de alta mar, por su costumbre de planear con las alas rígidas en vuelo sostenido a gran velocidad sobre las olas que parecen tocar con las puntas de las alas, realmente mojándolas, pero no totalmente, se asemejan mucho a los grandes voladores de los océanos que son los albatros. Las dos pardelas tienen el pico negro; delgado y ganchudo con agujeros tubulares en las narices. Las patas y pies son de color carne con márgenes gris oscuro. Las pardelas forman un grupo muy homogéneo cuyas costumbres son prácticamente idénticas. Todas tienen las alas estrechas y el cuerpo alargado de forma aerodinámica, con la cola terminada casi en una punta redondeada. Los huesos de su esqueleto son muy fuertes, así como los músculos y las primarias de las alas muy rígidas. Los rápidos batidos de alas les sirven poco para el desplazamiento en comparación de cómo aprovechan las corrientes de aire o las brisas marinas. Precisamente la falta de viento durante jornadas enteras produce frecuente caída de pardelas en las costas cantábricas. Casi todos los otoños, si se mira atentamente entre las rocas al pie de los acantilados, encontramos alguna pardela que no muestra señales de estar herida o enferma y que al lanzarla al aire vuela normalmente.

Generalmente la Pardela Balear es vista cerca de las costas mediterráneas y atlánticas cuando los fuertes temporales. Se posan en el agua frecuentemente y los bandos observados en las costas baleares son verdaderamente numerosos. No siguen a los buques mercantes; aunque sí merodean a su alrededor y sobre todo son frecuentes junto a los buques de pesca en plena faena..

La nidificación de la Puffinus puffinus en las islas e islotes de la costa cántabro-atlántica todavía no ha sido probada, pero sí en las Islas Canarias. Su presencia en aguas del Cantábrico en época de reproducción está bien asegurada, pero los acantilados e islotes son prácticamente inaccesibles y es muy difícil comprobar la presunta nidificación, a no ser por un hecho totalmente fortuito. La presencia de inmaduros europeos e incluso de adultos criando en las colonias galesas del mar de Irlanda y la captura de anilladas en la costa cantábrica, además de prestarse a la confusión para el investigador, indica que estos pájaros de rapidísimo vuelo, poseen una tan gran autonomía que les permite en uno o dos días efectuar vuelos desde los islotes galeses hasta las aguas del Golfo de Vizcaya para pescar. También muchos de los pájaros de las colonias de la Bretaña francesa pueden acercarse a pocas millas de la costa del Norte de Iberia, lo que explicaría la tan frecuente presencia de estas aves alrededor de los buques pesqueros españoles dedicados a la captura de la anchoa. Si sorprendente es la presencia de Puffinus puffinus en la costa cantábrica durante la reproducción, más lo es la continua observación de junio a octubre de la Pardela Balear, Puffinus mauretanicus. La Pardela Balear Puffinus mauretanicus, cría abundantemente en las Islas Baleares en agujeros que cada pájaro excava en los acantilados, pero también en zonas muy rocosas aprovecha grietas y agujeros naturales. Para excavar uno de estos agujeros o «uras» se vale del fuerte pico terminado en gancho y de las palmeadas patas para sacar la tierra.

El fondo de esta «ura» está recubierto con hierba seca y plumas. En él deposita un solo huevo que, si es perdido, no vuelve a ser reemplazado durante la misma estación. El período de incubación dura de 50 a 54 días a partir de últimos de abril, pero más generalmente desde mayo, incubando ambos adultos en intervalos regularmente iguales, que suelen durar uno o varios días. Este hábito ha sido comprobado para todas las pardelas y paíños o petreles y, sin duda, está relacionado con las costumbres pelágicas de estas especies. Es seguro que las pardelas que están anidando pueden permanecer más de noche lejos del nido mientras su pareja incuba. Esto explica bien la presencia de pardelas adultas en aguas cantábricas en plena época de cría.

Cuando nace el pollo está cubierto de un plumón de color gris y hasta tener una semana de vida, apenas recibe atención de sus padres. Como las pardelas son de costumbres nocturnas, cuando se aproximan las horas de la noche se concentran en pequeños grupos en la mar, cerca de las colonias y, en cuanto anochece, entran en sus nidos para cebar. Muchas noches, por diversas circunstancias, esta ceba no se produce y algunas pardelas abandonan temporalmente a los jóvenes. Los adultos retienen el pescado cogido horas antes en una especie de buche ancho y a la llegada al nido abren el pico ampliamente, introduciendo los pollos el suyo de forma que los padres bombean esta pasta semilíquida y aceitosa de pescado (regurgitación). Si ambos padres traen comida la misma noche, el pollo puede doblar su propio peso en un solo día.

No adquiere su primer plumaje hasta los dos meses de vida. A partir de esta época los padres empiezan a distanciar las visitas al nido; por lo tanto, la ceba de alimento ha crecido en volumen probablemente porque también las sardinas son mayores y más abundantes en los meses de verano. Poco después los adultos cesan en sus visitas al nido y ya para entonces, el joven ha alcanzado un gran peso, a veces superior al de una pardela adulta. Después de permanecer dos o tres días solo en el nido, sin ser cebado, sale a la boca del agujero o «ura» solamente de noche para que la oscuridad lo proteja de las gaviotas y allí ejercita durante un buen rato sus alas, haciéndolo tres o cuatro noches seguidas, hasta que en una de ellas se lanza hacia el mar. Muchísimas pardelas fallan en su intento de alcanzarlo y perecen entre las rocas de la costa, siendo devoradas por las gaviotas. Si alcanzan mar abierto no vuelan y permanecen varios días nadando continuamente, procurando alejarse de tierra firme y defendiéndose de los ataques de las gaviotas aleteando o zambulléndose.

R.M. Lockley, ornitólogo inglés a quien debemos los más completos estudios sobre esta especie, cita un curioso experimento realizado con pardelas, para demostrar el poder de atracción que para ellas tiene el lugar de nacimiento o el lugar donde están criando. Así, una pardela llevada en avión hasta Venecia (Italia) y liberada allí, trazó con su vuelo unas espirales en el cielo para orientarse y no voló como se esperaba hacia el próximo Mar Adriático, sino que tomó la dirección del Golfo de Vizcaya, volando alto a través de las grandes cadenas montañosas de los Alpes y a los 15 días fue nuevamente recogida en el agujero donde previamente había sido capturada en la isla galesa de Skokholm.

La orientación que las pardelas poseen es verdaderamente sorprendente, como lo demuestra el hecho anterior, y el mecanismo del que se valen para ello no es conocido. También puede añadirse que en la zona Norte de la Península Ibérica, en días de intensa niebla no son infrecuentes las pardelas recogidas tierra adentro, que indudablemente han perdido su orientación, lo que parece indicar la influencia que las estrellas y quizás los accidentes geográficos de las costas tienen sobre el poder orientador de los pájaros. El mismo Lockley cita otro sorprendente caso de una pardela cogida en Skokholm, islote de la costa galesa, y que transportada a Boston (U.S.A.) y soltada allí, a los doce días ya estaba de nuevo en su agujero del islote galés, tras un viaje de 3.000 millas en línea recta.

Las pardelas, a pesar de la depredación a que son sometidas por las gaviotas y otras aves, de que solamente ponen un huevo y de su dificultad natural para alcanzar el mar, cuando ya están los jóvenes desarrollados y son abandonados por los padres, son aves marinas que tienen actualmente una alta densidad, aumentando de año en año el número de sus colonias. Probablemente el hecho de permanecer en vuelo la mayor parte del tiempo les evita que su plumaje sea impregnado por la creciente contaminación de las aguas costeras por petróleo y aceites, tal como sucede con los álcidos, que son aves que pasan la mayor parte de su vida nadando y buceando.

Muchos cientos de pardelas eran antes muertas en el Golfo de Vizcaya, pues los pescadores sospechaban que les habían estado comiendo las sardinas, por lo que las abrían para comprobarlo. Este pez es su alimento favorito y por ello siguen a los bancos de esta especie, sirviendo a los pescadores como semáforo indicativo de la presencia de los bancos de peces. Las pardelas se mueven a lo largo de las costas del Golfo de Vizcaya efectuando los mismos movimientos direccionales que las sardinas. Muchas descienden hasta latitudes más meridionales en los primeros meses del invierno, frecuentando incluso las costas de Sudamérica, sobre todo las pardelas inglesas, como ha demostrado el anillamiento científico realizado masivamente en los criaderos.

El anillamiento de la Pardela Pichoneta Puffinus puffinus en Gran Bretaña, ha sido, verdaderamente espectacular, por lo que se conocen perfectamente sus movimientos migratorios durante el año. Muchas de las conclusiones ya han sido descritas.

En el mes de octubre ya los lugares de nidificación están vacíos de pardelas.

La Pardela Balear se mueve por el Mediterráneo en bandadas en el otoño y pasa al Atlántico, donde es frecuentemente observada. Desde la Estaca de Bares se ven las pardelas mucho más oscuras, sin apenas contraste entre el blanco y negro típico.

Para dar una idea del número de pardelas baleares, que pasan por el Golfo de Vizcaya diremos que esta pardela que viaja en dirección Norte durante el verano, fue observada por Huyskens desde la Estaca de Bares en gran número, pasando en dirección Este primero y un mes más tarde camino del Atlántico, siguiendo la línea de costa hacia el Oeste.