Mosquitero Papialbo

Phylloscopus bonelli

A no ser por el canto tan característico y que con un poco de práctica puede diferenciarse bien en cada especie de mosquitero, los plumajes de estos pequeños pájaros cuando son vistos en el campo se prestan a confusión. El Mosquitero Papialbo Phylloscopus bonelli tiene las partes superiores de color pardo grisáceas excepto el obispillo que es amarillo y puede resultar una característica inconfundible para la identificación cuando este pájaro vuela delante del observador, ya que es el único mosquitero que lo tiene de ese color. Hay que añadir, además, que este color amarillo es más conspicuo en los primeros días del otoño o al final del verano cuando el plumaje está ya muy gastado. Estando el Mosquitero Papialbo posado se le aprecia bien una pincelada de brillante color amarillo en el vértice anterior de las alas, y un parche amarillento formado por los bordes de las primarias interiores y los exteriores de las secundarias, contrastando con la apariencia generalmente pálida de las partes inferiores blanco grisáceas. La cabeza si se puede manejar este pájaro en la mano, se muestra muy uniformemente gris y con buena luz en el campo resulta muy pálida. Encima de los ojos tiene una raya superciliar beige blancuzca. La cola es parda con bordes muy estrechos ligeramente amarillentos en las rectrices. Al final del verano el color blanco de las partes inferiores está teñido en la garganta de amarillento. El pico es color hueso en la mandíbula superior con el borde y la base de ésta ligeramente rosácea. La mandíbula inferior es rosa pálido. Las patas son pardas con un tinte gris pizarra por delante y rosáceo detrás. Interior de la boca amarillo.

Dar unas normas de identificación que resulten infalibles es difícil puesto que al manejar estos moquiteros se observa siempre ligeras variaciones individuales y de estación que indudablemente producen confusión. Hay que atender a la longitud de las plumas de las alas. Estas son bastante redondeadas y la segunda primaria es casi tan larga como la sexta o está entre ésta y la séptima cuando desplegamos un ala sobre la palma de la mano. La tercera y la cuarta son iguales en longitud y la quinta muy ligeramente más corta, apenas perceptible la diferencia.

Phylloscopus bonelli vive desde el nivel del mar hasta los 2.000 metros de altitud, ocupando lo mismo densos bosques de especies caducifolias, Roble, Haya, Castaño, Abedul como los de coníferas, sobre todo pinos. En amplias zonas del Norte de Iberia habita también en campo abierto de montaña media con grupos de árboles diseminados, espinos y muy a menudo se ven cerca de tejos. Es más numeroso en altitudes superiores a 500 metros, pero no faltan parejas desperdigadas cerca de la costa y localmente puede abundar. Rehuye vegetación espesa y prefiere bosques límpios de maleza.

Su canto es monótono pero realmente agradable y desde que llega en el mes de marzo, no antes de la última decena normalmente, canta con fuerza, prolongando sus emisiones hasta los últimos días de junio. Un trino breve y suave de media docena de notas iguales sin preámbulo alguno que dé variedad, es todo el canto. Prefiere cantar desde las ramas más altas, pero también a baja altura en árboles aislados y permaneciendo posado un buen rato y no moviéndose inquieto como otros mosquiteros. Además, tiene también una nota de llamada o reclamo trisílaba, un ¡¡ju-iit!! o ¡¡ti-juit!! y en el otoño una corta nota metálica, a menudo disílaba y poco musical.

Se alimenta de insectos que captura en las ramas de los árboles, pero más a menudo al vuelo. Para ello revolotea acrobáticamente y con extraordinaria rapidez en persecución de sus presas. Sobre todo persigue pequeños dípteros y en el otoño antes de la migración o durante el paso se estaciona en lugares soleados donde aquéllos son abundantes.

El Mosquitero Papialbo se reproduce tarde si tenemos en cuenta que la mayoría de los nativos ya se han establecido aquí en la segunda quincena de abril. Los nidos son construidos con hierba seca bien entrelazada con otros materiales como pequeñas hojas y algo de musgo formando la típica bola con una entrada lateral. El interior está forrado con hierba muy fina, pelos y rara vez alguna pluma. Todo él está bien disimulado con hojas de las especies arbóreas de los alrededores, incluso acículas de pino si los hay cerca. La situación del nido es casi siempre a nivel del suelo, en una oquedad al pie de un talud e incluso se ha encontrado alguno a 1,5 metros dentro del hueco de un muro (Zinder, 1953). El interior de los nidos tiene muy a menudo raicillas y todo él es un conjunto bastante desarreglado, pero difícil de encontrar a no ser que el pájaro con su actitud nos lo descubra. Solamente la hembra construye el nido mientras el macho canta continuamente en un posadero próximo. Muchos nidos no están terminados antes del 20 de mayo y una gran parte de las hembras incuban todavía en los primeros días de junio. Es frecuente encontrar un nido de Phylloscopus bonelli intacto y sin utilizar porque después de terminar su construcción aún tarda la hembra muchos días en empezar la puesta. Esta suele ser de 4-6 huevos y muy a menudo de 5. Rara vez se encuentra alguna de 3 huevos. Su color es blanco y están marcados o punteados densamente de rojizo. Pizarro d'Almeida obtuvo en Portugal para 12 huevos un promedio de medidas de 14,3 x 12 mm. (extremos: 13 a 15,8 x 11,8 a 12,2 mm.). Jourdain y Rey para 19 huevos obtuvieron un promedio de 14,9 x 12 mm., con un máximo de 15,9 x 11,9 mm. y un mínimo de 14,8 x 12,2 mm. Si los nidos son destruidos o robados los huevos antes de la eclosión, un nuevo nido y otra puesta casi nunca superior a 4 huevos, es efectuada antes de los 15 días siguientes. La incubación que sólo efectúa la hembra comienza con la puesta del penúltimo huevo y a los 11 días nacen los pollos que son alimentados con insectos por ambos adultos. Que han nacido es fácil determinarlo porque la hembra es entonces muy notoria, emitiendo continuamente un prolongado y agudo piído cada vez que se aproxima al nido, haciéndolo siempre por las ramas altas de los árboles próximos y cayendo directamente sobre el nido con lo que un atento observador puede descubrirlo con facilidad. Se nota en seguida que estos pájaros temen poco al hombre y a escasos metros es posible contemplar sin apenas ocultarse, la llegada de los adultos y ceba de los pollos. Ferguson-Lees (1961) que estudió la especie en Iberia coincide también al afirmar la mansedumbre de este pequeño pájaro. Aún hay más. Es frecuente que pueda escuchar su canto situado el observador a muy pocos metros sin que se inquiete ni siquiera preste atención a su presencia. A los 11-12 días salen del nido, colicortos y muy pobres aún de plumaje, situándose agrupados en ramas de arbustos próximos donde son cebados intensamente.

Phylloscopus bonelli es fundamentalmente una especie europea ya que fuera de nuestro Continente solamente se encuentra en el noroeste de Africa (Marruecos a Túnez) y algunas parejas pueden permanecer para criar en zonas altas del norte del Sahara (Bannerman, 1954). También habita los países que bordean el Mediterráneo oriental (parte del sur de Turquía y probablemente desde Siria a Palestina). En Europa se reproduce desde Portugal al Oeste y por España y gran parte de Francia (no en el Norte) alcanza el sur de Bélgica; también en Suiza, Italia, sur de Alemania, Polonia posiblemente, Austria, Checoslovaquia, Yugoslavia, Bulgaria (sur) y Grecia. Los que viven en los Balcanes y el Medio Oriente han sido asimilados a la raza Phylloscopus bonelli orientalis por poseer un plumaje notoriamente más gris y sobre todo tener las alas más largas.

En la Península Ibérica está muy diseminado por bosques de montaña y posiblemente la mayor densidad es alcanzada en los de la Cordillera Cantábrica y en las de Guadarrama y Gredos. Amman (1953) calculó para los bosques suizos una densidad de 9 parejas en 11 Ha. y Ferguson-Lees (1961) estimó que en algunos lugares de Iberia explorados por él se alcanzaban densidades mayores. En campos con arbustos y árboles diseminados formando grupos aislados, es numeroso en altitudes por encima de los 750 metros. Falta en casi toda la campiña a nivel del mar o hasta los 200-300 metros y en general parece con mayor densidad en el Norte, Pirineos, Centro y Sudeste.

Los primeros mosquiteros de esta especie se ven en la Península Ibérica hacia la última semana de marzo, pero un abundante paso primaveral se aprecia a partir de la segunda decena de abril. En la zona de Gibraltar, Irby registra el día primero de abril como la fecha más temprana de llegada a Iberia y a mediados de este mes su canto puede ser escuchado en los alcornocales muy a menudo. Bannerman considera que debe haber un paso considerable a través de Marruecos e Iberia en primavera. Ticehurst y Whistler señalan su migración muy notoria a través de Ibiza y Formentera y en la costa española desde Valencia hasta Tarragona. Sus observaciones corresponden a los días comprendidos entre el 6 y el 18 de mayo de 1930. En el Delta del Ebro Maluquer lo estima escaso en primavera (sólo vio uno en abril de 1960). Blondel capturó allí uno en 1964 (abril) y Bernis únicamente obtuvo 7 capturas entre el 11 y el 18 de abril de 1965. En 1969, Norman notaba la presencia de dos mosquiteros cada día entre el 29 de abril y el 3 de mayo. El paso otoñal es por el contrario bien notorio en Iberia Septentrional y en especial en las provincias marítimas. Septiembre parece reunir el mayor contingente, pero migrantes retrasados se ven en octubre tan tarde como el día 20. En esta época el pájaro es más fácil de identificar por su voz y el vértice flexor amarillo de las alas, además del obispillo. Brosset (1956) lo ve en paso postnupcial a partir de finales de agosto en Marruecos oriental. Inverna en Africa Tropical y de acuerdo con Moreau (1972) el hábitat típico de invernada allí es la estepa seca. El Níger es alcanzado por este pájaro a partir del 20-23 de septiembre y es muy abundante en Tombouctou desde octubre a noviembre. Todo el Sahel está lleno de estos mosquiteros y en el Senegal su densidad puede llegar hasta 1 pájaro por cada 5 Ha. Su viaje hacia el Norte se inicia en marzo y dura hasta bien entrado mayo. Valverde lo cita en paso por El Aiun del 5 al 13 de mayo.

Aunque resulta difícil hacer una estimación ni siguiera aproximada, si es conveniente decir que su densidad en Iberia ha bajado considerablemente en los últimos 10 años. No se cree que las talas y los insecticidas sean la causa principal del decrecimiento de la población ibérica, puesto que el pájaro se adapta bien, como hemos visto, a terrenos abiertos con cepas brotadas de especies caducifolias, a pinares de montaña, arbustos espinosos, etc. No frecuenta zonas de cultivos donde los plaguicidas pudieran afectarles gravemente. Entonces conociendo la grave sequía que afectó durante 7 años consecutivos a la mayor parte de la zona Saheliana donde precisamente esta especie inverna, hay que suponer que ésta, al igual que otros pájaros insectívoros, han sufrido precisamente allí una considerable merma en sus afectivos.