Garceta Común

Egretta garzetta

Una garza fácil de identificar aun en vuelo, la Garceta Común Egretta garzetta, es un pájaro bien conocido en la mitad sur de la Península Ibérica y sus grandes colonias han llamado siempre poderosamente la atención.

En plumaje nupcial los adultos son completamente blancos y destacan mucho las dos plumas de unos 15 cm. de longitud que les nacen en la nuca y las ornamentales escapulares que penden a los lados del cuerpo. El cuello es largo y sinuoso y el pico negro en todas las estaciones, únicamente verdoso en la base en invierno. Las patas son negras y los pies amarillos, dando un fuerte contraste que permite una rápida identificación de la especie aun en vuelo. Éste es similar al de las demás garzas, pero aunque las garcillas bueyera y cangrejera parecen también blancas al volar y ser observadas a distancia, son mucho más rechonchas, de cuellos más gruesos y picos más cortos.

La Garceta Común es un maravilloso pájaro que puede ser observado con frecuencia a corta distancia, pues salvo en los lugares donde se la persigue, no tiene inconveniente en permanecer cerca del hombre. De costumbres eminentemente diurnas, distribuye su tiempo entre los posaderos, que generalmente son grandes y viejos árboles, y la pesca en aguas someras. Normalmente forma pequeños grupos, pero también se la ve solitaria o en parejas. Es frecuente poder contemplarla en la orilla de una charca o marisma inmóvil. y apuntando su largo y afilado pico hacia la superficie del agua. Si algún pez se aventura a pasar por las cercanías, de un certero golpe lo captura engulléndolo con la cabeza hacia dentro.

Generalmente es silenciosa fuera de la época de la reproducción, en que emite numerosos graznidos, que difícilmente pueden ser diferenciados de los que lanzan otras especies de garzas. Como indicación podríamos escribir un corto y áspero «¡¡ark!!» o « ¡¡ork!!» En las colonias es muy ruidosa, pero como está generalmente mezclada con otras garzas es difícil saber a quién pertenecen las diferentes llamadas que se oyen continuamente.

Se alimenta de pequeños peces, crías y adultos de tencas Tinca tinca, carpas Cyprinus carpio, pequeñas culebras, ranas, lagartos, gusanos, crustáceos, moluscos, etcétera. Pero también, como las demás garzas, de una extraordinaria y variada cantidad de insectos (Odonata, Hemíptera, Coleóptera, etc.).

En la época de la reproducción la Garceta Común es eminentemente gregaria, construyendo sus nidos sobre árboles en gran número y casi siempre en compañía de otras garcillas que crían también colonialmente. Las famosas «pajareras» del Coto Doñana albergaban una gran cantidad de parejas, estimadas en varios centenares y los alcornoques donde los nidos se agrupaban parecían copos blancos entre la multitud de los pájaros, sus deyecciones y plumas. También hay muchos nidos colocados en matorrales y cada árbol puede tener varios, incluso de distintas especies.

En el mes de marzo ya comienzan a ocupar las colonias las garcetas y pronto, en abril, están la mayor parte de los nidos reconstruidos y ocupados. La parada nupcial difiere poco de la representada por las demás garcillas e incluye la toma de posesión del nido por un macho que eriza su plumaje ante la proximidad de cualquier otra garceta. El emparejamiento está precedido por la entrega u ofrecimiento de pequeñas ramas con las que, una vez formada la pareja, ambos adultos construyen el nido, que es en realidad una masa desordenada de palos secos y ramas obtenidas no lejos del árbol donde se asienta. También se descubren nidos sobre coníferas y tarayes.

La puesta normal oscila entre 3 y 5 huevos, muy frecuentemente 4. Son de color azul verdoso pálido y carecen de brillo. La media dada por Jourdain para 100 huevos es de 46,6 x 33,8 mm., con un máximo de 55 x 34 mm. y un mínimo de 48 x 31 milímetros.

La mayoría de las puestas se efectúan entre la mitad de abril y los quince primeros días de mayo. Los huevos son dejados con intervalos de 24 a 48 horas, empezando la incubación con el primer huevo y realizándola ambos adultos. El relevo cada 3-4 horas incluye una complicada ceremonia en la que los pájaros erizan el vistoso plumaje y se hacen mutuamente una serie de reverencias, todo ello acompañado de graznidos y el continuo «¡¡joala-joala-joala!!» burbujeante.

Entre tres semanas y veinticinco días puede durar la incubación y cuando los pollos nacen, están cubiertos de un plumón blanco y tienen el pico y las patas de color rosa, que en seguida pasan a ser gris azulado. Por estas fechas el calor aprieta sobre la colonia y el griterío de los pájaros es incesante, pero también es impresionante el mal olor que allí se respira con los millares de deyecciones blancas cayendo por los nidos y las ramas de los árboles, los huevos rotos y los pollos muertos en el suelo bajo la colonia. El anillar estos pollos puede ser una verdadera heroicidad y desde luego pone a prueba la agilidad y paciencia de muchos ornitólogos que reciben sobre sí las regurgitaciones del buche de los jóvenes, que se defienden así de los intrusos.

A poco de nacer ya los pollos, ante la llegada al nido de alguno de los adultos golpean en el pico de aquél para incitarle a regurgitar el alimento, lo que hacen los padres de inmediato directamente en el interior del pico de los jóvenes.

A las tres semanas y muchas veces antes, los pollos ya muy crecidos y emplumados dejan poco a poco los nidos situándose en ramas próximas y aunque aún no pueden volar, se mueven entre los árboles con una agilidad sorprendente.

A las cinco semanas de vida ya son capaces de volar y lo hacen en compañía de los adultos, aprendiendo pronto la técnica de la pesca en aguas someras. Sin embargo, no son todavía totalmente independientes y, desde luego, todas las noches vuelven a dormir a la colonia. En estas fechas la mortalidad de pollos y jóvenes puede ser muy grande y de hecho se estima que de cinco huevos puestos no más de 2-3 pollos se logran en los nidos de cada pareja.

En Europa la Garceta Común se reproduce en el Sudoeste francés, habiendo varias colonias en La Camarga, en el norte de Italia y los Balcanes. En el centro del Continente, vive en Checoslovaquia y Hungría extendiéndose por el sur de Rusia hasta el Cáucaso. También en el norte de África desde Marruecos a Túnez y Egipto.

En la Península Ibérica ha aumentado mucho en pocos años y numerosas colonias han ido extendiéndose hacia el norte, pero aún sin rebasar el tercio más septentrional. Las colonias más importantes y numerosas están en el sudoeste andaluz, Centro y Levante; también en Portugal en varios lugares próximos a la costa atlántica. En el Levante español destacan las colonias de la Albufera de Valencia. La Garceta Común es en gran parte migradora. Hace unos años se consideraba escasa como invernante en la Península Ibérica, pero ahora, probablemente como consecuencia del incremento del número de colonias, se observan muchas garcetas en pleno invierno en lugares favorables. Algunas de las garcetas comunes que se ven en otoño y aun antes, en pleno verano son aves que proceden de las colonias de cría en Francia y es muy posible que una no despreciable dispersión posgenerativa de jóvenes garcetas de las colonias marroquíes alcancen las costas meridionales de Iberia.

En las colonias de garcetas españolas se han realizado buenas campañas de anillamiento, de forma que muchos millares de ellas han sido marcadas, primero por la Sociedad de Ciencias Naturales Aranzadi de San Sebastián y después por la Sociedad Española de Ornitología. El conjunto ha proporcionado un buen plantel de recuperaciones, que permiten estimar con bastante acierto el comportamiento posnupcial y la migración de esta especie.

Bernis (1966), refiriéndose concretamente a las garcetas de Doñana, señala que el gran movimiento dispersivo allí ocurre de julio a septiembre. Durante ese largo período, escribe, las colonias de cría terminan por vaciarse de jóvenes y adultos y permanecen desiertas hasta marzo del siguiente año. Las garcetas de Doñana parecen tender en su movimiento dispersivo posnupcial preferentemente hacia el Noroeste, repartiéndose por Andalucía occidental y todo Portugal. Las recuperaciones del mismo período son mucho más escasas en el centro y este de España. Para Bernis en aquel año (1966) y aun sin la posesión del material de que ahora se dispone gracias a un masivo anillamiento, la mayoría de las garcetas españolas emigraban a África, no regresando hasta los comienzos de la primavera. Se conocen recientes recuperaciones en África de aves anilladas en la colonia de la Albufera en junio de 1968 y que se data su captura en junio de 1972 en Gambia, a 3.200 km. al Sudoeste. Otra también de la misma procedencia fue recuperada un año después, en abril, en el Senegal. Ejemplos de posibles colonizaciones distantes de garcetas españolas existen también. Así, una anillada en la Albufera en junio de 1967 fue recuperada en mayo de 1969 en Italia y otra nativa del mismo lugar y anillada en junio de 1971 como pollo, fue recuperada en Bocas del Ródano (Francia) en el mes de mayo del año siguiente.

Existen, pues, movimientos inmediatos al abandono del nido por los jóvenes, unos en dispersión errática y otros netamente migratorios que alcanzan África por Marruecos, donde existen también numerosas recuperaciones de garcetas españolas y llegan hasta países ya en pleno Golfo de Guinea, donde parece estar el cuartel de invernada de una buena parte de la población ibérica. Allí también existen una buena cantidad de recuperaciones de garcetas procedentes de otros países europeos y algunas pueden llegar hasta el África oriental (Eritrea), según sugiere Moreau (1972).

No se debe terminar esta breve nota sobre la Garceta Común sin aludir a las recuperaciones excepcionales que han proporcionado dos anillamientos que Aranzadi efectuó en Doñana. La primera anillada el 24 de julio de 1956 fue capturada en la Isla de Trinidad frente a la costa de Venezuela en enero de 1957. La anilla fue remitida a España y la piel del ave se conserva en el American Museum de Nueva York; la segunda fue anillada en julio de 1962 y recuperada en la Isla de Martinica, Pequeñas Antillas, en octubre del mismo año.

En junio de 1970 se capturó un ejemplar adulto en fase negra de Egretta en Hato Blanco, marismas del Guadalquivir. Cuando se observó estaba acompañada de otra garceta similar a ella en la coloración. El ejemplar naturalizado fue donado a la Estación Biológica de Doñana. Hiraldo (1969), que realizó un exhaustivo estudio del ave, estima que se trata de la especie Egretta gularis. Otro ejemplar, posiblemente de la misma especie, fue obtenido en 1956 por los anilladores de Aranzadi en la gran pajarera de La Algaida del Coto Doñana. Bernis, que estudió este ejemplar, llegó a la conclusión de que se trataba de un individuo con caracteres no muy típicos para Egretta gularis y posiblemente era un caso de melanismo (oscurecimiento) dentro de una población de Egretta garzetta. Otras muchas observaciones de posible melanismo en Egretta han sido hechas en las marismas del Guadalquivir al correr de los años y también en otros lugares de Europa. El primer ejemplar, citado arriba, cogido en junio de 1970, fue definitivamente identificado como Egretta gularis o Garceta de Arrecife, que habita los litorales del occidente africano desde el Banco del Arguin, en Mauritania, hasta el bajo Congo. En ella también hay individuos blancos, pero la proporción de los que tienen el plumaje negro es mayor.

Bernis (1969), a la vista de más datos y superior material de museo para comparación, estimó que la Egretta melánica obtenida en Doñana en 1956 era un ejemplar más afín a E. gularis que a nuestra E. garzetta, pero que podría tratarse de un híbrido entre las dos especies. De cualquier manera la confusión para el ornitólogo de campo ante estos raros ejemplares observados en Iberia puede ser muy grande.