Cárabo Común

Strix aluco

El más extendido y conocido de todos los búhos junto con el Mochuelo Europeo, es sin duda, el Cárabo Común Strix aluco. La estructura de este pájaro no necesita mucha descripción por ser sobradamente conocido. De tamaño mediano, más bien grande, destaca enseguida su ancha y fuerte cabeza desprovista de «orejas». Los ojos son muy grandes y de mirar fijo y frío. Curiosamente los agujeros de los oídos son grandes pero asimétricos. El derecho más grande y de forma diferente que el izquierdo. Las alas son comparativamente cortas y muy anchas. La cola, redondeada y las palas y pies cubiertos de plumas.

La notable variación en el plumaje de las razas o subespecies europeas hace a veces complicado establecer un determinado patrón para cada una. Existe, además, considerable variación individual y podemos decir con Bannerman (1955) que hay tres formas o fases diferentes de plumaje. Una pardo rojiza, otra marrón y una tercera gris. En la Península Ibérica es más común la forma pardo rojiza y en el Norte no escasean ejemplares de la variedad gris.

Las partes superiores, dorso de las alas y espalda, así como la cabeza son pardo rojizo, marrón o grises, pero siempre profusamente rayadas de negro o marrón oscuro. Las alas son marrones o grises con franjas y puntos negros. En el dorso de las alas se aprecian bien unos puntos blancos y la cola está irregularmente franjeada de oscuro. El disco facial está muy bien determinado y, como el plumaje del cuerpo, es también muy variable en color, siendo pardo claro o gris y teniendo el pico casi oculto por unas plumas finas como cerdas, negras en el extremo. La equis facial está más marcada en unos individuos que en otros. Los ojos son negros. El disco facial está dividido por la prolongación de una raya negra que parte de la frente y llega hasta la base del pico. Además tiene un borde negro y estrecho a cada lado, que da lugar a la formación de una como corbata de lazo de color marrón rojizo inmediatamente encima del pecho (Bannerman). Este es pardo rojizo o grisáceo, densamente rayado de negro o marrón muy oscuro. Los pies están emplumados hasta los dedos y tienen unas rayas muy finas rojizas. El pico es de color hueso con el extremo amarillo.

Como ya se indicó antes, la variedad gris no es rara en el norte de Iberia y en algunas zonas está bastante más extendida que las otras, sobre todo la pardo rojiza. En ella la parte inferior del cuerpo aparece a menudo como casi blanca muy ligeramente rayada y el disco facial, cuando el pájaro vuela hacia nosotros, es blancuzco. Los ojos, que de lejos parecen negros, observados de cerca son marrón oscuro con un ligero tinte morado.

La subespecie que habita la Península Ibérica ha sido asignada a Strix aluco sylvatica por Vaurie (1965), que es la misma que se extiende también por Francia occidental y Gran Bretaña. De mayor tamaño es Strix aluco aluco, la raza que vive en el resto de los países europeos incluido el N. y E. de Francia en la que son mucho más frecuentes los individuos de la variedad gris o una intermedia pardo grisácea. En el noroeste de Africa vive otra raza S. aluco mauritanica, más oscura por encima y muy marcada por debajo. Pero como esta especie es estrictamente sedentaria, la posibilidad de que algún ejemplar de las subespecies que no habitan en Iberia llegue hasta nosotros es bastante remota. Es curiosa, sin embargo, la apreciación de Bannerman que insiste en que la subespecie sylvatica está exclusivamente confinada en las Islas Británicas, por lo que de acuerdo con sus apreciaciones nuestra raza sería la común en el resto de Europa: Strix aluco aluco.

El Cárabo Común es una especie estrictamente nocturna que puede, sin embargo, ser visto de día en vuelo solamente si ha sido espantado de su posadero. Este es generalmente la rama de un árbol, en la que permanece inmóvil durante todo el día. Para pasar desapercibido suele estar cubierto por las hojas y entonces el mimetismo es perfecto. No tiene tanta tendencia como otros búhos a permanecer pegado al tronco del árbol y con más frecuencia se posa en la mitad final de una rama a condición de que la vegetación sea abundante. Es un pájaro de bosques y de campiña bien arbolada. En ella tiene un posadero durante el día y otro para la noche. Este último no está generalmente en el lugar del nido, sino a prudente distancia. Caza sus presas de noche, pero en ocasiones se le ve también de día, sobre todo en el interior de bosques donde no penetra fácilmente la luz. Sin embargo, esta actitud solamente puede ser observada en plena época de nidificación, cuando ya tiene los pollos bien emplumados y probablemente la noche lluviosa no ha sido propicia para la caza. La mayoría de las presas son capturadas en el suelo. Sus presas son fundamentalmente micromamíferos, pero los pájaros, los insectos, reptiles y batracios no están ausentes de su dieta. Para capturar pequeños pájaros que duermen en los arbustos y matorrales vuela sobre éstos golpeándolos ligeramente con las alas. Cuando algún pájaro vuela asustado, resulta entonces una presa fácil para el Cárabo. Otro posadero habitual durante el día es un agujero o la grieta de un árbol hueco. Allí permanece en el fondo adormilado y es difícil el hacerle salir. Estos posaderos diurnos en el interior de árboles huecos son usados más a menudo durante el invierno, en el que las especies caducifolias han perdido las hojas. El Cárabo ocupa normalmente siempre un mismo posadero durante el día si no se le molesta continuadamente y también con constancia otro lugar durante la noche. En ellos se pueden encontrar las egagrópilas expulsadas, que habitualmente son dos cada 24 horas. Guerin (1932), que estudió la especie minuciosamente, estima que cada Cárabo captura para alimentarse únicamente dos presas diarias. Esta cantidad varía naturalmente durante la reproducción. Las egagrópilas tienen un tamaño proporcional al de las presas comidas. Pequeños micromamiferos e insectos producen las menores, cuyas medidas extremas están entre 30-65 x 18-24 mm, teniendo color gris cuando están secas. Presas mayores producen también más grandes egagrópilas, hasta de 80 x 30 mm.

La voz del Cárabo Europeo más conocida es el típico «¡¡uuh!!» seguido, después de un corto intervalo (3 segundos), de un ¡¡úuhúuh-úuh!!» que a veces emite sin inflexión alguna por lo que un «¡¡húuuuuuuu!!» largo y muy sonoro es el sonido que más fácilmente queda en nuestros oídos cuando el pájaro, al comenzar a oscurecer, inicia su serie de gritos. Su voz puede ser escuchada normalmente durante todo el año, con mayor regularidad los meses de enero, febrero, marzo, abril y mayo. En junio canta menos y prácticamente apenas lo hace en julio. Pero en agosto vuelve a cantar con fuerza y en las noches de verano en zonas apropiadas puede ser escuchado hasta la madrugada. Puede en una noche despejada cantar continuamente y a la siguiente bajo las mismas condiciones no hacerlo en absoluto. Parece, sin embargo, tener más constancia en el canto en noches frías con helada y en las lluviosas. Normalmente, si un Cárabo canta en un valle, es inmediatamente contestado por otro u otros desde distancias notables, de forma que los más próximos efectúan un dueto. En época de reproducción la hembra contesta al macho. Como los cárabos cantan casi siempre desde su posadero nocturno y muchas veces lo hacen todos a la vez, esto ha servido para localizarlos después de día y para dar una idea de la densidad de su población, que es notablemente alta en lugares favorables. Pero la voz descrita, propiamente el canto de este pájaro, no es la única de su repertorio. Un «¡¡kiuík!!» áspero es emitido por los adultos durante la nidificación y se dice que también por los jóvenes cuando empiezan a emplumar. Frecuentemente macho y hembra se enzarzan en un dúo de « ¡¡kiuiks!!» cuando comienza el período de celo. Otros sonidos no se pueden representar por escrito, pero son variados y los emiten ambos en otoño e invierno en sus posaderos nocturnos. Lo mismo que otras strigiformes también ésta produce con el pico el típico y conocido sonido de chasquido que indica temor. Sólo de forma ocasional se escucha al Cárabo cantar de día y casi siempre coincide con la iniciación del celo en febrero, pero, además, sus gritos son cortos y en horas de la tarde.

El Cárabo Común posee una dieta mucho más variada que otras aves nocturnas. Frente a la Lechuza Común, consume grandes cantidades de insectos voladores, en especial de Ciervos volantes Lucanus cervus y del Escarabajo de San Juan Melolontha melolontha. No hay más que observar sus egagrópilas para ver qué gran número de restos quitinosos contienen y, por lo tanto, cuánta importancia alcanzan en determinadas épocas del año, principalmente en el verano, los insectos en la alimentación de este pájaro. Pero también las mariposas nocturnas que se concentran cerca de los focos de luz son una gran atracción para el Cárabo. Además consume una buena cantidad de moluscos, sobre todo limacos Limax agrestis, y múltiples larvas y gusanos. La Rana de los prados Rana temporaria y el Lución Anguis fragilis son presas habituales en la campiña norteña. Sin embargo, el grueso de la dieta, en especial en la primavera y parte del verano y otoño, está constituida por varias especies de micromamíferos entre los que destacan los ratones de campo Apodemus sylvaticus.

Ya se ha dicho que también los pájaros son presas habituales y no precisamente los de menor tamaño. Con frecuencia ataca a los arrendajos Garrulus glandarius, cornejas Comus corone, mirlos comunes Turdus merula y zorzales Turdus spp.

En Guipúzcoa, Vega y Zabala (1973) determinan en varias egagrópilas recogidas en febrero: (insectos) coleópteros sin especificar y los siguientes micromamíferos: Musaraña común Crocidura russula (10), Ratilla agreste Microtus agrestis (9), Ratón de campo (8), Topo común Talpa europaea (2), Musaraña de cola cuadrada Sorex araneus (1) y Topillo rojo Clethrionomys glareolus (1 ).

En Navarra, los mismos biólogos, al pie de un nido y desmenuzados, encuentran restos de insectos con abundantes élitros del Minotauro Typhaeus typhoeus y los siguientes micromamíferos: Lirón gris Glis glis (8) y Topo común (1). En un ejemplar encontrado muerto en las afueras de Pamplona en mayo, el contenido estomacal era exclusivamente restos de 16 escarabajos de San Juan.

López Gordo (1973) para el centro de España (Madrid) en un biotopo de encinar Quercus ilex con Retama Retama sphaerocarpa, vegetación herbácea baja y abundante Conejo Oryctolagus cuniculus, recogió entre febrero y marzo no menos de 87 egagrópilas en las que determinó: (Mamíferos) Musaraña común (16), Topo ciego Talpa caeca (2), Lirón careto Eliornys quercinus (1), Rata de agua Arvicola sapidus (3), Topillo común Pitymys duodecimcostatus (6), Ratón de campo (24), Ratón casero Mus musculus (27), Rata común Rattus norvegicus (1) y Conejo (28). (Aves) Mirlo Común (1), Turdus spp. (1), Silvia spp. (1), Muscicapidae indt. (1), Herrerillo Común Parus caeruleus (2), Carbonero Común Parus major (1), Fringilla spp. (4), Jilguero Carduelis carduelis (1), Fringillidae indt. (1), Gorrión Molinero Passer montanus (1). (Insectos) Grillo cebollero Gryllotalpa gryllotalpa (1), Minotauro (49) y Tijereta Forficula auricularia (5).

Las egagrópilas recogidas por López Gordo tenían el color normal gris claro que ya se ha indicado antes, pero algunas eran un poco blancuzcas y todas más frágiles que las de Lechuza común. Las medidas tomadas de 32 enteras por el investigador, dieron un tamaño medio de 42 x 21,5 mm. Las más grandes midieron 58,5 x 24,5 mm y 55 x 27 mm y la más pequeña 27,5 x 13 mm. Como resultado de su análisis general del material recogido, los mamíferos suponen en conjunto el 88,7 % y las aves el 11,3 %. La cifra de los mamíferos se descompone de la siguiente manera: Insectívora 14,7 %, Muscardinidae 0,8 %, Microtinae 7,3 %, Murinae 42,8 % y Leporidae 23 %. Destaca en la muestra la alta proporción de Oryctolagus (Leporidae) y la muy baja proporción de Muscardinidae y Microtinae, que es por el contrario muy alta en otros países de Europa (Uttendórfer 1952).

Otras presas menos frecuentes y algunas de ellas aún no comprobadas en Iberia son Trucha Salmo trutta (Witherby 1940), Armiño Mustela erminea y Comadreja Mustela nivalis (Uttendórfer 1952, Southern 1954, y Wendland 1972). Sobre la captura de carnívoros por las Strigiformes solamente existen en España citas fidedignas de Araujo (1973) de Tyto alba y Bubo hubo sobre Comadreja y Gato silvestre y otra de Herrera (1973), quien analizando egagrópilas de lechuza colectadas cerca de Carmona (Sevilla) por Andrada en 1972, encontró una mandíbula de Comadreja. Pero no existe, por el momento, evidencia para el Cárabo. En Asturias, de las innumerables egagrópilas analizadas no se obtuvieron restos como los citados, aunque Mustela nivalis es allí extraordinariamente abundante.

Pocos ornitólogos han presenciado las manifestaciones de celo de este pájaro. Bannerman (1955) describe someramente la ocasional observación de un ornitólogo inglés, quien pudo ver a un supuesto macho posarse cerca de otro Cárabo al que hacía la corte balanceando el cuerpo a un lado y a otro, elevándolo y bajándolo y levantando también alternadamente, primero un ala, después la otra y finalmente las dos. El plumaje era esponjado al máximo hasta parecer una bola de plumas o comprimido de tal manera que el Cárabo se estilizaba no pareciendo el mismo pájaro. Toda esta representación era acompañada de una especie de gruñidos no precisamente muy musicales.

El lugar favorito para anidar es el agujero de un viejo árbol, con preferencia que la cavidad tenga dos aberturas en distinta dirección. Tampoco es infrecuente, por lo menos en el norte de Iberia, que deposite sus huevos en una pequeña cueva de un cortado rocoso de los muchos que están diseminados por toda la campiña. Ocasionalmente se ve  en canteras abandonadas y se citan puestas efectuadas en el suelo de un bosque y en nidos viejos de córvidos u otras aves de presa. Probablemente las madrigueras de los conejos y huecos en el terreno ocultos por densa vegetación, puedan ser añadidos a la lista de lugares adecuados para anidar este pájaro. La mayoría de los agujeros escogidos en árboles están a alturas que varían entre 1,8 y 5 m. Rara vez a mayor altura y muy ocasionamente a 1,5 m,. Sin embargo, pudiera ser que los nidos en el suelo no fueran tan infrecuentes como parecen, puesto que una zona donde positivamente una pareja de cárabos está criando, no posee ningún árbol que reúna las condiciones que se han expuesto, pero, ¡¡sin duda los pájaros han criado allí!! Aunque cada pareja de cárabos vive en territorio no muy extenso, durante toda su vida, rara vez ocupa el mismo nido dos años seguidos. Y contrariamente a lo que se cree, fuera de la época de la cría es muy raro que un Cárabo ocupe un hueco o agujero de árbol donde él podría criar meses después.

Para efectuar la puesta no coloca ninguna clase de material, ni siquiera sus propias egagrópilas o restos de ellas, tal como hace la Lechuza Común. Pero como en el fondo de los agujeros hay abundante serrín y restos de la madera podrida del propio árbol, con el uso y el peso de la hembra incubando, pronto se forma una concavidad que tiene toda la apariencia de un nido construido previamente. La puesta consiste en 3 ó 4 huevos de color blanco, muy esféricos y de cáscara lisa con alguna rugosidad esparcida por la superficie. También se han obtenido puestas completas de sólo un huevo y de 2 y 5 no son raras. Mayor número pudieran corresponder a dos hembras usando el mismo nido, pero no existe comprobación de ello, aunque, por ejemplo Witherby cita una puesta de 8 y Walpole-Bond no supo nunca que nadie hubiera encontrado una de 6 huevos. En el norte de Iberia lo normal son 3 huevos, pero algunas de 4 no son infrecuentes. Los huevos no son dejados en días consecutivos. Dos o tres días es el intervalo normal entre la puesta de cada uno. Mayores períodos existen y así Walpole-Bond conoció una de solamente dos huevos que fueron puestos con un intervalo de una semana. El promedio de medidas obtenido por Jourdain para 100 huevos de la subespecie sylvatica fue de 46,7 x 39,06 mm.

El Cárabo es un reproductor temprano y algunas puestas pueden ser ya encontradas en los primeros días de marzo, pero son más normales entre la mitad y el final de este mes. Parecen excepcionales después de la mitad de abril y muy raras en febrero. Segundas puestas en la misma estación no están suficientemente comprobadas, pero no pueden descartarse en absoluto. Si la primera es retirada del nido antes de nacer los pollos inmediatamente los cárabos crían de nuevo, y no en el mismo lugar. Algunas parejas que ocupan un territorio son jóvenes nacidos el año anterior que no se reproducen hasta los 20-22 meses de edad. Parece ser que los jóvenes cárabos ya se emparejan en el primer invierno de su vida. Normalmente permanece solitario y rara vez se puede ver más de uno en un posadero diurno.

El período normal de incubación dura 28 días, contando a partir de la puesta del primer huevo y siempre bajo el supuesto de que aquella comience con él. Witherby da un período de 28-30 días y sorprende que WalpoleBond, que reunió una considerable experiencia sobre esta especie, dé solamente 23 días para una puesta de un solo huevo.

Mientras la hembra incuba, el macho permanece casi siempre posado en las cercanías. Su presencia puede ser descubierta por un atento observador a causa del gran coro de chillidos de alarma que inician los pequeños pájaros cuando descubren al Cárabo. Sin embargo, suelen ser arrendajos y urracas las primeras que inician la alarma y alertan a los demás. El Cárabo permanece indiferente ante estos gritos, aunque vigila con ojos semicerrados. Si una persona se acerca, levanta el vuelo inmediatamente, actitud que contrasta mucho con la que adopta en invierno, época en la que permite la aproximación a pocos metros y no lo hacen volar ni los fuertes destellos de nuestros flashes fotográficos.

Durante la incubación el macho aporta las presas, casi siempre en cantidad excesiva para el consumo que la hembra puede hacer de ellas. Parece como si no calculara bien el período de incubación y pensara que ya los pequeños cárabos habían nacido. Por eso el nido del Cárabo despide frecuentemente un olor insoportable. Allí se pudren muchos ratones y musarañas. Si un intruso se aproxima de noche al nido puede ser atacado por la pareja, en especial por el macho. No todos los cárabos son agresivos, pero algunos extreman su fiereza atacando al hombre y produciéndole heridas en la cabeza y cuello con las afiladas uñas si no se extreman las precauciones. Más de un ornitólogo ha tenido que lamentar percances importantes en su físico. La mayoría de los cárabos, sin embargo, se limitan a dar pasadas sobre el intruso lanzando con fuerza su grito de alarma «¡¡kíuik!!» y ululando en ocasiones.

Al nacer los pollos están cubiertos totalmente de un plumón blanco apretado, corto y sedoso. También cubre los tarsos y los dedos de los pies hasta la base de las uñas.

Estos pollos son alimentados durante la noche dos o tres veces solamente por la hembra con las presas aportadas por el macho. Pero aquella a las tres semanas ya caza también y con frecuencia los jóvenes cárabos, aún no aptos para el vuelo, salen del agujero y se encaraman en la rama más próxima, ocultándose durante el día. No vuelan bien hasta pasado el mes de vida, normalmente puede estimarse que lo hacen a los 35 días. Sin embargo, el plumaje no está completo, ni mucho menos hasta los 45 días, teniendo considerable cantidad de plumón todavía. La presencia de estos cárabos juveniles puede ser detectada en un bosque, oyendo su inconfundible grito «¡¡tu-uit! !» que emiten constantemente durante todo el verano, siempre de noche.

Aunque muchos ornitólogos consideran que esta especie sufre una considerable mortalidad, esto no se explica fácilmente si se tiene en cuenta que el Cárabo es abundante y no se observa la disminución creciente que afecta a otras aves de presa. De lo que no existe duda es de que siendo un pájaro eminentemente sedentario, en zonas del norte de Europa donde el suelo permanece gran parte del año cubierto por la nieve, debe padecer mucha hambre, pues, la captura de presas es difícil en aquellas latitudes. Bernis (1967) considera que el sedentarismo de la especie no es absoluto. En varios países los anillamientos demuestran una dispersión juvenil moderada. Las mayores distancias recorridas hacia el Sur corresponden lógicamente a aves escandinavas. Allí se registran recuperaciones de jóvenes cárabos muy alejadas. Por lo menos un 4% a más de 100 km y con un máximo de 745 km. Excepcionalmente se cita un cárabo anillado en Finlandia, que fue recuperado al sur de Rusia, lo que supuso un desplazamiento de nada menos que 1.960 km hacia el Sudeste.

En la Península Ibérica es netamente sedentario. Pero como sucede en el resto de Europa no pueden descartarse cortos movimientos entre la población de jóvenes. En Guipúzcoa (Noval 1967) todos los otoños observo muchos formando grupos en el interior de los bosques de Pino. Estas concentraciones siempre han llamado la atención, pues, no se puede pensar que se trata de cárabos nativos, puesto que ya está bien establecido que éstos se emparejan en seguida y buscan un territorio donde parecen establecerse ya para siempre. Cabe, pues, pensar en la presencia de cárabos de allende el Pirineo. Será necesario realizar más estudios sobre la especie y, desde luego, hacer capturas e intensificar los anillamientos para determinar claramente de donde proceden los cárabos que, en pequeños grupos, se ven en Guipúzcoa y en algunos otros lugares de la costa cantábrica a partir del mes de octubre. Esta misma apreciación ya fue efectuada por Walpole-Bond para Inglaterra hace muchos años. Allí los grupos de cárabos fueron asimilados a la raza continental Strix aluco aluco y su presencia en las costas inglesas es regular desde octubre a marzo.

El Cárabo Común en sus diversas subespecies, que ya han sido descritas, ocupa todo el continente europeo, faltando sólo en el extremo Norte y en Irlanda, siendo netamente una especie Paleártica que está ausente en el este de Asia y es rara en algunas islas mediterráneas y falta en otras. En Iberia posee una densidad regular en todos los bosques, pero, es más escaso en zonas costeras desarboladas y abunda en encinares de toda España y en los húmedos bosques norteños. Solamente está ausente de las islas Baleares.