Avefría Europea Vanellus vanellus El Avefría Europea Vanellus vanellus tiene una
apariencia inconfundible por la larga y eréctil cresta que le
nace en la oscura cabeza y que es más larga en el macho que en la
hembra. El color verde oscuro irisado del plumaje de su espalda y dorso
de las alas, contrasta mucho con las partes inferiores, de un color
blanco níveo. La garganta y el pecho son negros, el pico corto y delgado
y las patas rosado oscuro. Muy conspicuo es el color acastañado de las
infracobertoras caudales (plumas situadas bajo el nacimiento de la cola)
y la cola blanca terminada en una ancha banda negra. La cara es blanca y
de ella nace una bigotera negra bastante larga. Esta descripción
corresponde a un adulto en plumaje primaveral. En el otoño e invierno el
color es mucho más difuminado y el blanco de las partes inferiores está
manchado con fajas oscuras. Este es el plumaje más común en las que
vemos normalmente en la Península, pero en el mes de febrero ya el
Avefría posee un brillante plumaje aunque aún esté lejos de sus zonas de
cría. El Avefría se comporta
como un típico chorlito en sus hábitos generales. Durante la
reproducción vive aislada en parejas, aunque la escasez de hábitats
adecuados suele agrupar a varias de ellas de forma que dan la impresión
de que se reproducen en colonias. En el otoño e invierno es gregaria,
formando bandos más o menos numerosos que ocasionalmente se unen entre
sí, dando lugar a espectaculares concentraciones. En vuelo es un pájaro
inconfundible. Su lento y como perezoso batir de alas es tan notorio
como la forma redondeada de ellas y el contraste general que a primera
vista presenta entre el plumaje del dorso que parece negro y el blanco
de las partes inferiores. Habita en todo tiempo en
campos abiertos, praderas húmedas y páramos, pero no a mucha altitud. En
la Península Ibérica durante la reproducción se concentra
fundamentalmente en praderas y vegas próximas a lagunas y charcas y
sobre todo en marismas costeras. En el invierno rehúye montañas y zonas
arboladas y las riberas de ríos, campos cultivados, tierras con
rastrojo, campos costeros e incluso playas son frecuentados por los
bandos, que si no se los molesta permanecen muchas horas posados, pero
se muestran muy inquietos y erráticos cuando se les acosa. En Iberia
tiene preferencia por las extensas tierras cultivadas en terrenos
llanos, mimetizándose muy bien con la tierra húmeda, un carácter común
con los demás chorlitos. Por este motivo sorprende, a veces, cuando un
bando que no habíamos visto emprende el vuelo repentinamente delante del
observador. A pesar de la aparente lentitud de su vuelo, una
característica que no tiene común con los demás chorlitos, recorre
grandes distancias en poco tiempo. Esto ha sido bien comprobado con el
anillamiento, como se dirá después, pero aquí es necesario referir el
hecho de que un Avefría anillada en la isla de Ouessant (Bretaña
francesa) y soltada en la noche del 30 al 31 de diciembre, fue muerta a
los dos días, el 1 de enero, en Belmonte (Asturías), nada menos que a
600 km. en línea recta al Sur. Sin embargo, aun admitiendo esta gran
autonomía de vuelo, hay que señalar que los bandos de avefrías carecen
de la agilidad y rapidez en la maniobra que tienen otros limícolos. Al
volar no forman generalmente una línea o figura geométrica, pero sí
tendencia a formaciones alargadas. En el suelo sus actitudes
son muy características, especialmente al comer, y observándola no
ofrece duda de que se trata de un chorlito. Corre por el suelo cortos
trechos, parándose de repente, a veces ladeando la cabeza, pero casi
siempre con la mirada fija en el suelo y arrancando de nuevo y
doblándose para golpear con el pico la presa sin flexionar las patas.
Dícese que posee un oído tan fino que puede escuchar el ligero rumor que
una lombriz de tierra hace al moverse en el interior de ésta. Así se
puede ver cómo la Avefría, después de observar fijamente el suelo
efectúa una corta carrera y muy certeramente extrae una lombriz de un
lugar donde aparentemente no había antes nada. La voz de las avefrías no
falta nunca en el paisaje frío y desangelado del invierno. Un sonido
como «piiuit», muy simple, pero emitido en tono lastimero es
inconfundible. Cuando están posadas y se les molesta la expresión es más
áspera. Durante la reproducción y en los días del cortejo los machos
emiten insistentemente el mismo sonido, pero más repetido y
prolongándolo. Aunque existe una notable
variación sobre la época en que las avefrías ocupan sus zonas de
reproducción, muchas empiezan a establecerse en los últimos días de
febrero. Los machos llegan una semana por lo menos antes que las hembras
y a poco se muestran muy inquietos, explorando la zona y especialmente
las proximidades de las lagunas o charcas próximas. Sus vuelos a baja
altura, muchas veces sobre el agua, y sus picados hacia el suelo son
constantes. Normalmente se emparejan un macho con una sola hembra. Pero
se han comprobado con frecuencia casos de bigamia. Cuando el macho está
en pleno celo representa en el suelo escenas en las que trata de atraer
a la hembra mostrando destacadamente el fuerte y variado colorido de su
plumaje en el que la cola blanca y negra y el color acastañado que tiene
bajo ella son erizados formando un abanico muy vistoso. En esas fechas
los machos parecen estar enloquecidos, sobre todo cuando se observa a
veces que ninguna hembra presencia este alocado cortejo. Esta
representación va acompañada de sonidos ásperos y sordos que no están en
consonancia ciertamente con la solemnidad del momento. Aunque las
avefrías no alcanzan la madurez antes de los dos años son frecuentes los
casos de las que se reproducen antes o al cumplir el año. Los machos
excavan agujeros o huecos en el terreno y, una vez emparejados, la
hembra escoge uno que rellena con hierba seca y palos pequeños,
operación que suele prolongar durante la misma incubación, de manera que
de un nido muy somero al principio pasa a uno notablemente voluminoso.
La puesta suele ser de cuatro huevos piriformes con el fondo blanquecino
o grisáceo, y también verdosos o pardos con abundantes puntos y manchas
de color marrón oscuro que a veces alcanzan tal densidad que el nuevo
tiene color enteramente marrón. Las puestas de tres y cinco huevos no
son infrecuentes y mayor cantidad pueden pertenecer a dos hembras que
han puesto en el mismo nido. Ambos adultos alternan la incubación, que
dura de 25 a 30 días y los pollos al nacer dejan el nido en cuanto
tienen bien seco el plumón. Se alejan entonces bastante de él, pero como
en esta época el tiempo suele ser lluvioso e incluso caen fuertes
heladas, la hembra cubre a las pequeñas avefrías, frecuentemente durante
quince o veinte días, sobre todo de noche. También los adultos defienden
su zona frente al ganado que pasta y que puede resultar peligroso para
la integridad del nido. En cuanto los jóvenes vuelan, toda la familia
forma un pequeño bando
uniéndose a los ya formados por avefrías nacidas antes, por no
reproductores o por los adultos cuyas puestas fueron destruidas. Un
avefría puede normalmente, si su puesta se malogra, volver hasta tres o
cuatro veces a repetirla. Por esta causa siempre fue objeto de la
recogida de huevos por los lugareños, práctica que hoy día está casi
desterrada. Una vez formados los
bandos, éstos vagan por los campos cultivados, en pequeños grupos que se
suelen reunir al anochecer. Su alimentación incluye sobre todo insectos
y sus larvas, lombrices de tierra y pequeños moluscos. También come
semillas y una abundante cantidad de materia vegetal en forma de trozos
de hojas de plantas y hierbas, representando casi un 15 por ciento del
total de la dieta. El Avefría comienza a
hacerse notoria en todas las regiones de la Península Ibérica a partir
de noviembre y ocasionalmente antes si el tiempo otoñal se muestra
desacostumbradamente frío, adelantándose el invierno. En los campos de
Castilla se suelen ver pequeños grupos de avefrías en el mes de
septiembre, probablemente aves sedentarias o inmaduras. En La Mancha y
en Andalucía, sobre todo en zonas próximas a las vegas bajas del
Guadalquivir, el Avefría abunda en todas las épocas del año como
consecuencia de las muchas parejas que anidan en las Marismas del
Guadalquivir y en el Coto de Doñana. La mayor concentración de
invernantes corresponde a los meses e enero y febrero y las olas de frío
congregan en todos los campos ibéricos muchos millares. El Avefría Europea se
reproduce por toda Europa en variable densidad, excepto en los países
mediterráneos y regiones más septentrionales de Escandinavia. En los
páramos rusos abunda mucho, mientras en otras zonas ha descendido en su
densidad como consecuencia del creciente drenaje y la extensión de las
zonas urbanas y un más intensivo cultivo de las tierras y mayor
mecanización del campo. Holanda posee una estimable población repartida
por los polders y en este país la recolección de huevos tempranos de
Avefría fue desde antiguo práctica común. Como consecuencia de su
abundancia y de los movimientos migratorios tan espectaculares, es una
de las especies que han sido más anilladas, y como en la mayoría de los
países de su área sur de invernada es considerada como especie
cinegética, la abundancia de recuperaciones ha sido muy grande, lo que,
consecuentemente, ha permitido realizar estudios exhaustivos sobre sus
migraciones, movimientos invernales y longevidad. Como ya se ha dicho,
el Avefría regresa a sus zonas de reproducción a partir de febrero, si
condiciones climáticas especialmente duras no lo impiden. En marzo y
abril el paso va gradualmente disminuyendo. En Guipúzcoa y parte del
litoral cantábrico el paso hacia el Norte en el mes de febrero resulta
espectacular sí el tiempo es bueno y domina el viento sur, volando
entonces las avefrías a baja altura. A veces, se pueden observar
individuos retrasados en diversos lugares de las costas del norte. En
mayo se han visto avefrías sobre las marismas de Santoña (Santander),
Villaviciosa (Asturias) y Zumaya y Fuenterrabía (Guipúzcoa). Más
frecuente es en Castilla, donde se an observado bandos bastante
numerosos en León y en Palencia. En Las Bardenas Reales (Navarra y
Zaragoza) y en el valle del Ebro, también se ve en mayo y junio. En
éstas y otras zonas del interior de Iberia su presencia en estos meses
puede obedecer, sin duda, a avefrías sedentarias que se reproducen en
páramos y lagunas próximas. En toda la Península se
recuerdan los meses de febrero de 1956 y 1963, como extraordinarios por
el número de avefrías que invernaron. Sus apariciones en inmensos bandos
sobre la geografía peninsular están tan ligadas con el brusco
enfriamiento de la atmósfera como su repentina desaparición a una
elevación inesperada de las temperaturas. La procedencia de las avefrías
que invernan por nuestros campos es muy variada y depende en gran parte
de la intensidad de las bajas temperaturas. Las del centro de Europa,
incluidas las alemanas y holandesas, alcanzan Iberia las primeras. Con
fríos más intensos llegan avefrías inglesas, escandinavas y rusas,
aunque esto no puede tomarse como norma, porque también en inviernos
templados se capturan algunas de procedencia báltica. Es imposible hacer
en breve espacio una recensión del gran número de anillas recuperadas en
lberia. Unicamente es necesario señalar que las provincias cantábricas,
portuguesas del litoral atlántico y sobre todo Extremadura y la cuenca
del Guadalquivir, concentran la gran mayoría de las recuperaciones. Debe
advertirse, sin embargo, que muchas de las regiones de abundantes
recuperaciones están sometidas a una gran presión cinegética por lo que
los datos de invernada pueden no estar muy de acuerdo con la realidad.
También sucede que a la costa cantábrica con fríos intensos, pero de
corta duración, llegan bandos de avefrías que se mueven desde Francia y
que inmediatamente regresan una vez que han desaparecido las adversas
condiciones meteorológicas. En la zona mediterránea las recuperaciones
son escasas como consecuencia de la clara dirección que los bandos de
avefrías siguen hacia el sudoeste, entrando en lberia por el Golfo de
Vizcaya. La Avefría se reproduce
en España muy diseminada por terrenos próximos a charcas y lagunas. Las
poblaciones más numerosas están en La Mancha y en las Marismas del
Guadalquivir, donde pueden anidar varios centenares de parejas. También
existen pequeños núcleos en Zaragoza (Laguna de Gallocanta), León,
Orense, Palencia, Extremadura, etc. En algunos de estos sitios pudiera
abundar más de lo que a primera vista parece, pues siendo un ave grande
y notoria en su vuelo, sin embargo, pasa desapercibida con frecuencia si
se trata de pequeños grupos o parejas. En el censo de limícolos
realizado en 1973 se obtuvo una cantidad de 2.674 avefrías para España.
Pero si este censo resultó incompleto para especies que ocupan en
invierno estuarios y playas, mucho más lo debió de ser para un pájaro
que como la Avefría pulula por campos del interior y es tan sensible a
las condiciones del tiempo atmosférico, que no fueron precisamente muy
duras en los días del censo. Faltaron, además, regiones como Extremadura
y Andalucía, que son dos zonas habituales de intensa invernada. En la Laguna de
Gallocanta, donde los ornitólogos aragoneses han estudiado muy bien su
avifauna, en la última decena de mayo ya descubrieron allí pollos de
avefría atendidos por los adultos. Pero vieron también pollos y adultos
activos durante todo el verano hasta el mes de agosto. Ramón Sáez‑Royuela
refiere en «Ardeola» (1958) un caso curioso de un nido encontrado sobre
una mata de Salicornía en la vega circundante de la laguna del Taray
(Toledo) que contenía cuatro pollos recién nacidos y tres de los cuales
eran completamente blancos.
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