Alcaraván Común Burhinus oedicnemus
A pesar de que el
Alcaraván Común Burhinus oedicnemus vive en gran
número de regiones de la Península Ibérica y en casi todas ellas inverna o
se presenta en los pasos de primavera-otoño, no es un pájaro muy conocido.
También a los ornitólogos y naturalistas llama mucho la atención y al
referirnos a otras especies crepusculares o nocturnas, quizá este misterioso
comportamiento y su voz escuchada en noches frías y lluviosas de invierno,
sean su mayor atractivo porque realmente el plumaje y la apariencia no son
muy destacados. Quien ha podido ver a este pájaro a la luz del día habrá
reparado inmediatamente en sus grandes ojos de color amarillo ambar de mirar
fijo y asustado y con el borde de los párpados formando un círculo muy fino
amarillo. El plumaje de las partes superiores es gris parduzco o pardo claro
arenoso, listado en forma tan curiosa que parece como si las plumas
escapulares que son bastante largas, estuvieran siempre mojadas y cayeran
sobre una estrecha banda blanca muy visible con las alas plegadas. Cuando el
pájaro permanece inmóvil, situación muy corriente, se mimetiza muy bien con
el terreno y es frecuente casi tropezarse con él antes de descubrirlo. La
garganta y el vientre son blancos y el pecho blanquecino está también rayado
de pardo oscuro. La cara es blanco grisácea y este color forma encima y
debajo de los ojos unas bandas casi blancas en muchos alcaravanes, que se
ensanchan en la parte posterior. Al volar muestra muy destacadas dos bandas
blancas en la base de las plumas secundarias y una mancha también blanca en
las primarias. Estas y las secundarias son negras. El pico es fuerte con la
parte final negra y el resto amarillo pálido. Las patas también son fuertes,
largas y de color amarillo pálido. La cola es parda con bordes blancos y
puntas de las plumas negras. Se aprecian en ella dos o tres bandas más
oscuras en el extremo. Ambos sexos tienen el
plumaje similar y los jóvenes son parecidos a los adultos, pero las rayas
del dorso, flancos y pecho son más estrechas y pálidas. El Alcaraván tiene un
vuelo relativamente lento, batiendo despacio las alas y alternando con
largos planeos. Normalmente vuela a baja altura y lo hace así, sobre todo
cuando se le asusta de día en cualquier campo. De noche o al crepúsculo su
vuelo pueden ser a mayor altura. Con mal tiempo y nubes bajas el vuelo es
errático y las luces de los pueblos parecen atraerle. No siempre anda
solitario, sino que forma bandos pequeños y ocasionalmente numerosos en
migración. Su conducta cuando está posado y se asusta es muy curiosa. Anda
con facilidad y corre con pasos cortos y rápidos, parándose a intervalos
regulares y mirando con fijeza. Su postura cuando corre es típica, como
agachado o giboso. En Asturias se le conoce únicamente con nombres relativos
a esta forma de andar. Así se le llama «Gachegu» y «el Chepu», palabras
equivalentes a giboso. Cuando está alarmado mueve la cabeza hacia abajo y
eleva el dorso. Nunca se posa en árboles o postes (Tucker). Crepuscular en
sus costumbres, rara vez se le ve durante el día volando. Al atardecer come
en marismas, campos y tierras cultivadas. Grupos reducidos de 4-6 individuos
son frecuentes a partir de agosto. Más adelante, en septiembre y octubre los
bandos pueden llegar a 30-50, muy rara vez más. Se citan bandos de 100, pero
deben ser ocasionales desde que este pájaro ha comenzado a disminuir
drásticamente en toda Europa. El Alcaraván vive durante
la primavera en terrenos abiertos, pedregosos y con escasa vegetación o
matas diseminadas. También en arenales y dunas y siempre lejos de densa
vegetación, buscando zonas áridas y páramos. Pinares en lugares arenosos y
plantaciones de árboles jóvenes son también frecuentados. En otoño e
invierno se presenta en campos cultivados y rastrojeras, playas, estuarios,
marismas y en el Norte en prados de altitudes no superiores a 1.000 metros. Cuando vuela emite su voz
más conocida, un gemido que puede representarse como ¡¡krr-li!! y que se
parece en cierto modo a un sonido similar del Zarapito Real Numenius
arquata. Al escucharlo de noche pueden apreciarse en él matices
diferentes, probablemente relacionados con la edad del pájaro, pero aunque
no suena muy musical, nos trae el sabor de lo agreste. Cuando en el otoño
los bandos pasan en migración emiten todos un gran algareo de gritos con
variaciones sobre la voz típica, repitiéndola en diversos tonos. Los pájaros
solitarios lanzan un agudo y más prolongado ¡¡kirr-lii!! Numerosos otros
gritos y silbidos se han podido escuchar cuando los alcaravanes inician el
celo y en plena nidificación. Brindley señala una nota trisílaba ¡¡kemkuika,
kem-kuika!! repetida hasta seis veces. El celo se manifiesta muy
pronto en muchas zonas del Sur. En los últimos días de febrero, pero más
corrientemente en la primera quincena de marzo, pueden sorprenderse las
complicadas ceremonias en las que los machos, con el cuello bien estirado y
curvado, las alas entreabiertas y la cola desplegada en abanico, representan
alrededor de un grupo reducido de hembras una danza que tiene mucho de
grotesco. Tan pronto el pájaro corre alejándose perseguido por las hembras,
como es él quien inicia un simulacro de ataque. Repentinamente se detiene y
coge del suelo pequeños palos e incluso piedras y las lanza por encima de su
hombro. Bannerman (1962) recoge la experiencia del ornitólogo inglés
Nethersole-Thompson, quien ha estudiado muy bien al Alcaraván y considera
que esta especie está más cerca de las avutardas y sisones que de los
limícolos. Singularmente la costumbre de que un macho corteje a la vez a
varias hembras, erizando las plumas de tal manera que este pájaro pardo
grisáceo se convierte repentinamente en una gran bola de plumas blancas, tal
como lo hace la Avutarda. Su instinto de asociación es tal que aun durante
la incubación, lo mismo los machos que las hembras que en esos momentos no
se sientan en el nido, forman grupos que vagan por las cercanías. Incluso
durante la misma incubación el cortejo no se interrumpe y cualquiera de los
pájaros que permanece vigilante no lejos del nido mientras su pareja incuba,
puede, sin previo aviso, correr hacia él, recoger una piedra del suelo y
ofrecérsela «pico a pico». El Alcaraván Común es una
especie muy adaptable a diferentes biotopos. Munn que lo estudió bien en
Mallorca lo encontró anidando en agujeros excavados en suelo desnudo
terroso, en zona rocosa, en parches pedregosos en el centro de una extensa
mancha de hierba, al abrigo de una roca o de una planta, en la arena de una
playa entre la vegetación herbácea rala, en plantaciones de pinos jóvenes o
entre las rocas próximas al borde de un acantilado. Esencialmente ambos
adultos excavan en el suelo varios huecos someros en uno de los cuales se
efectúa la puesta. Con frecuencia esta excavación en el terreno contiene
numerosos guijarros que los pájaros depositan allí o alrededor de este
somero nido. A partir de abril ya se pueden encontrar las puestas,
normalmente consistentes en dos únicos huevos, salvo raras ocasiones en que
se han encontrado tres (Nethersole-Thomson) y también se han visto nidos con
cuatro que probablemente pertenecían a dos hembras usando el mismo. En
lugares donde abundan los conejos, no es extraño que los huevos reposen
sobre una buena cantidad de deyecciones de estos animales. Aunque no tenían
otro material dentro, hay que citar dos nidos encontrados por Munn situados
a 3 metros de altura sobre pilas de paja seca, que indudablemente no
necesitaban relleno alguno. La forma de los huevos es variable, incluso los
dos de la misma puesta, pero el color es normalmente blanco crema con tinte
beige o pardo rojizo y manchados o punteados de pardo, sepia o violáceo
claro, con frecuencia agrupados en uno de los extremos. Resultan ser muy
miméticos y en zonas pedregosas o de cantos rodados es difícil poder
descubrirlos. Jourdain para 100 huevos obtuvo un promedio de medidas de
53,79 x 38,43 mm. con máximos de 61,7 x 38,7 mm. y mínimos de 47,8 x 35,6
mm. Como normalmente los huevos de Alcaraván son alargados hay que dar aquí
una excepcional puesta citada por Jourdain con medidas de 58,7 x 43,4 mm. y
57,8 x 43 mm., huevos muy anchos si los comparamos con los promedios citados
arriba. En el interior del nido los huevos nunca se tocan uno a otro y de
ello tienen buen cuidado los pájaros que se posan en el nido siempre con una
de las patas entre ellos. Si se juntan, después de ahuyentar al Alcaraván
del nido, a su regreso la primera operación que realiza es la de separarlos
cuidadosamente. Rara vez los pájaros que son asustados y dejan el nido,
regresan a él directamente. Casi siempre se posan a buena distancia y se
acercan peonando en cortas carreras, interrumpiéndose y quedando unos
segundos alerta en una característica actitud. La incubación la realizan
ambos sexos alternándose, pero no es seguro que el macho incube tanto como
la hembra. Aquélla dura entre 25 y 27 días contando a partir de la puesta
del segundo huevo. Bird estimó la duración en 26-27 días. Los pollos al
nacer son nidífugos y a los pocas horas dejan el nido, pero recorriendo
solamente pocos metros, quedando escondidos entre las piedras. Están
cubiertos con un plumón de color arenoso y son inconfundibles por su curioso
diseño: desde un ojo a otro hay una línea negruzca que pasa por la frente y
otra corta en el píleo. En el dorso hay dos líneas oscuras paralelas que se
unen en la cola. Sobre cada hombro tienen unas pequeñas manchas negras. Las
partes inferiores son de color gris pálido, casi blancas. Cuando los pollos
se sienten amenazados se apoyan sobre los tarsos y estirando el cuello se
aplastan contra el suelo, permaneciendo inmóviles en un intento de pasar
desapercibidos. También los adultos realizan esta figura de autodefensa en
cuanto sienten la proximidad de un depredador. En esta actitud solamente los
enormes ojos amarillos son conspicuos y es lo primero que un observador
puede descubrir. A las seis semanas ya están los jóvenes completamente
emplumados y forman con los adultos pequeños grupos que vagan por zonas
áridas durante la noche. Quien haya tenido la suerte de poder observar en
noches de luna a estos pájaros, habrá quedado maravillado de la variedad de
sonidos y silbidos que emiten y cuán activos son corriendo de acá para allá
y volando sobre la zona, lanzando su típico grito como de Zarapito. Se citan
segundas puestas bien comprobadas y en ellas, a menudo, dejan un solo huevo. El Alcaraván se alimenta
fundamentalmente de moluscos terrestres, haciendo un extraordinario consumo
de caracoles y limacos. También come muchas lombrices de tierra, insectos,
incluyendo ortópteros, lepidópteros y coleópteros. Entre estos últimos
siente predilección por los grandes escarabajos Carabidae, Scarabaeus,
Melolontha, etc. Se citan también topillos y ratones de campo, así como
crías de pájaros que anidan en el suelo. Ocasionalmente captura ranas. Habita la mayor parte de
Europa excepto Escandinavia, Islandia e Irlanda y es local en Gran Bretaña.
En casi todos los países ha disminuido mucho, probablemente desde que el uso
del tractor para el cultivo de la tierra se ha extendido por todos sitios.
Muchas puestas son destruidas o abandonadas cuando las tierras son aradas,
ya que desde hace años el Alcaraván se había ido acostumbrando a este
biotopo. En la Península Ibérica
su densidad es variable. Falta como reproductor en toda la zona Cantábrica y
es raro o escaso en extensas zonas áridas de la mitad Norte. Dentro ahora de
una general escasez, es numeroso en el Sur y Levante y no falta en Mallorca
y Menorca. Su nidificación en Ibiza y Formentera es más problemática, pero
la presencia en la primera isla de adultos en primavera está comprobada y
las citas son fidedignas. No hace aún años se conocían varias parejas
anidando en campos de montaña en Asturias y León. Año tras año volvían al
mismo lugar y presumiblemente ocupaban incluso el mismo hueco en el suelo
para efectuar la puesta. Ahora se ven sólo en la montaña leonesa, muy
desperdigados y a niveles no superiores a 1.500 metros (Puerto Ventana y
Torrestío). En el Sur parece preferir marismas y zonas arenosas,
encontrándose también en pinares con árboles no muy crecidos. Hasta 1972 se anillaron
en España 38 alcaravanes, una pequeña cifra que no nos permite deducir la
posibilidad de que los jóvenes del año efectúen desplazamientos lejos de su
lugar de nacimiento. Sin duda que las zonas altas, son abandonadas a partir
del otoño. Es, por supuesto, parcialmente migrador en Europa. Por Guipúzcoa
los pasos son bien notorios. Menos en primavera y mucho más en septiembre y
sobre todo en los días fríos de octubre. En inviernos duros llegan muchos,
quizá invernantes en Francia que huyen de la nieve y el frío. Al margen de estas
llegadas ocasionales, la Península Ibérica es atravesada en octubre por no
pocos alcaravanes que o bien invernan en nuestros campos o alcanzan el
noroeste de Africa e incluso llegan más allá del Sahara. Las recuperaciones
de anillados se han producido en diversas regiones españolas y portuguesas,
pero con mayor concentración en el País Vasco, especialmente en Guipúzcoa.
En Senegal (Africa Occidental) Morel y Roux capturan 7 ejemplares de la
subespecie oedicnemus, prueba inequívoca de la invernada allí de
alcaravanes europeos. Bannerman lo observó en paso primaveral a través del
Estrecho de Gibraltar, pero no en tan gran número como sucedía cuando Irby
escribió en 1895 su obra sobre los pájaros de aquella zona. En aquellos
lejanos años se veían volar con frecuencia sobre Gibraltar y su área bandos
de alcaravanes de 5-6 y hasta 50 individuos en octubre y noviembre,
retornando en marzo y abril. Las recuperaciones en Iberia de anillados
europeos corresponden en gran parte a alcaravanes marcados como pollos en
Holanda, Gran Bretaña y Francia. |